A Son de Mar

Inmaculada Urán / Javier FornieLes

Almería duerme la siesta

Hemos sido una pequeña provincia, cuya élite la formaban funcionarios acomodados a la rutina

Hace días la Mesa para la defensa del Ferrocarril mostró su decepción por el resultado de sus gestiones. Pasan los años y nada se arregla. Al contrario, todo empeora: averías, retrasos, corte de las líneas y siempre mentiras y más mentiras de las administraciones y de los políticos.

Lo peor, con todo, es la indiferencia que rodea el aislamiento progresivo de la provincia. Estamos tan habituados a sufrirlo que ni siquiera lo notamos. No, no es algo de ahora. Hace 150 años, Echegaray estuvo unos meses de ingeniero en Almería y se quedó tan impresionado por la triste situación de la provincia que procuró establecer una línea férrea cuando fue ministro de Fomento. Vivimos envueltos en el fatalismo y tiene que ser la gente de fuera la que se sorprenda por el atraso de nuestras comunicaciones y nos sacuda para despertarnos del letargo. Aun recordamos la energía con que el alcalde de Málaga nos advertía de que, si no espabilamos, terminaremos siendo la única ciudad del Mediterráneo por la que no pase el tren que lleva ese nombre.

¿Cuáles son las causas de esta apatía, de esta resignación? Hemos sido una pequeña provincia, cuya élite la formaban funcionarios acomodados a la rutina, para los que solo hay dos fechas importantes en la vida: la de su nombramiento y la de su jubilación. Todo lo que sucedía descendía de lo alto, de Madrid. Y, si algo pasaba, lo mejor era acudir al amigo, en vez de recorrer los tortuosos caminos del derecho o de la protesta.

Sin duda, hay algo de sabiduría en este buen vivir. Resulta cómodo mirar el cielo y el mar o dejarse acariciar por el clima. Pero echamos en falta esa energía que Machado celebraba en las gentes de la vieja Castilla: "para la presa cuervos, para la lid leones". Los dos primeros adjetivos que se inscriben en la leyenda que adorna el escudo de la capital son 'noble y leal': dos bellas palabras que por algo se aplican también a las mascotas por su mansedumbre y resignación.

Necesitamos mirar hacia el exterior con menos complacencia. Necesitamos que venga y se incorpore gente de fuera, preparada, con ánimo de trabajar e innovar. Y hay que construir el capital humano en las asociaciones, las escuelas o la universidad. De lo contrario, dentro de cien años, seguiremos durmiendo la siesta como la heroica Vetusta y quejándonos de nuestro aislamiento y de los políticos.

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