Comunicación (im) pertinente

Francisco García Marcos

Bilingüismo escolar

Como heraldos negros, decían, íbamos diseminando descrédito entre una sociedad esperanzada y orgullosa

Como heraldos negros, decían, íbamos diseminando descrédito entre una sociedad esperanzada y orgullosa. Molestaba a todos, sin distingo de color político, nuestro escepticismo ante los programas bilingües en lenguas extranjeras para las escuelas, públicas y privadas. Quienes entonces pensábamos que no es posible fabricar in vitro el bilingüismo, pasamos a convertirnos en sospechosos. Poco importaba el torrente de bibliografía científica que aclara que el bilingüismo es otra cosa. Incluso la propia U.E., al delimitar los objetivos del C-2, insiste en que no se pretende el imposible de equiparar a los estudiantes con un hablante bilingüe. Por lo demás, nadie tuvo la ocurrencia de mirar para las comunidades realmente bilingües del estado y reparar en que allí se crece entre dos lenguas, sobre todo en la calle. Pero en estos días, simplemente, nos silenciaron y prosiguieron con los programas, como si nadie hubiera advertido nada nunca. Así elevaron un edificio pedagógico muy vistoso, pero con cimientos sospechosos desde buen principio. Para empezar, estaba restringido a unas cuantas asignaturas y unas cuantas horas, además de la rotulación de los espacios públicos. Para continuar había que ir elaborando sobre la marcha materiales que fueran más o menos específicos para los nuevos contenidos. Por último y no menos decisivo, tampoco se disponía de suficiente profesorado especializado para impartirlos. Tanto es así que procedieron a matricular con premura en las escuelas oficiales de idiomas al profesorado voluntario, y mártir. Esta semana se ha comunicado oficialmente que algunas comunidades autónomas renuncian al sinsentido que fueron los programas bilingües en lenguas extranjeras, ante su manifiesto fracaso. Noticias como esta no me satisfacen. Nada me hubiera gustado más que equivocarme. Lo que en verdad me entristece es que la gestión política esté en manos incapacitadas profesionalmente que luego originan desastres de esta magnitud. Hace unos años, tras una conferencia sobre otro tema, alguien del público pidió mi opinión sobre el programa bilingüe, recién estrenado en aquellos momentos. Me limité a contar lo que pensaba y a exponer mis dudas como sociolingüista. Entonces recibí una replica desde el público, algo más que airada. Mi interlocutora me recomendó que leyera, que me informara acerca del bilingüismo y que evitase juicios lamentables. Por fortuna, la sesión estaba presidida por Sagrario Salaberri que cortó de inmediato aquel esperpento. Después me enteré de que mi airada interlocutora tenía altas responsabilidades en el programa bilingüe de Andalucía, por supuesto, sin formación alguna en lingüística, menos en sus aplicaciones a la enseñanza de lenguas. Supongo que hoy estará recolocada, gestionando cualquier otra cosa para la que tampoco sea competente.

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