El debate sobre el estado de la comunidad ha revelado que el PP y Ciudadanos no pueden ofrecer más balance de este año que los ejercicios de barranquismo que llevan practicando desde que echó a andar la legislatura. La flojera de este gobierno a la hora de ponerse a trabajar es evidente, tras haber celebrado cuarenta Consejos de Gobierno intrascendentes y no haber aprobado ni una sola ley.

En lo que sí se ha esmerado Moreno Bonilla es en desmontar lo que funcionaba. Materias como la educación, la sanidad o la dependencia han sufrido un serio deterioro al dispararse las listas de espera quirúrgica o aumentar de manera notable el tiempo de espera para una cita con el especialista o para acceder a una prestación de dependencia. En este sentido, todo lo que podía ir a peor ha ido a peor.

Este vapuleo a los servicios públicos tiene como objetivo aumentar la privatización, que es el santo y seña de la derecha. Frente a eso, los logros que puede exhibir Moreno Bonilla se reducen a uno: beneficiar a los 300 andaluces más ricos con una vergonzosa reducción de impuestos.

El discurso de Moreno Bonilla fue un quiero y no puedo. 'Un quiero' decir que he hecho muchas cosas, pero un 'no puedo' porque he estado más entretenido en intentar desprestigiar a la oposición que en gobernar. En este camino, el PP ha estado acompañado por Cs, un partido en descomposición que ahora se

plantea concurrir a las elecciones catalanas de la mano del PP para terminar engullido por los de Casado.

De otro lado, la respiración asistida que le proporciona al gobierno andaluz la extrema derecha comienza a materializarse en asuntos de calado, como la violencia de género, el veto parental o la demolición de la Ley de Memoria Democrática. En estas cosas es donde Cs tendrá que decidir qué quiere ser, si compadre o adversario de estos delirios que socavan derechos y la misma Constitución.

La paupérrima gestión de las dificultades reales a las que se enfrenta cada día la ciudadanía tampoco se maquilla cambiando la imagen corporativa de la Junta y mucho menos utilizando como excusa el 28F y el relato de la gesta de una autonomía en la que nunca creyó la derecha. Esta realidad, la del marketing, solo nos lleva a pensar que hoy es más necesario que nunca invocar el espíritu de aquel 28 de febrero de 1980 que tanta prosperidad trajo a nuestra tierra.

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