Dictadura de la polarización

Si es usted de los que piensan que no vende el alejarse de los extremos, huir de los polos, entre y siéntese, que le comprendemos

Si es usted de los que piensan que no vende el alejarse de los extremos, huir de los polos, entre y siéntese, que le comprendemos. Y no hago distingos entre lo personal, ideológico, religioso o, si me apuran, hasta en lo más mundano o simple, como lo futbolístico ¿Por qué todo debe ser blanco o negro? ¿Es que los grises no existen, y pueden ser tan buenos como los anteriores, incluso mejores? Pero, es más, si tiene la ocurrencia de sincerarse y confesarlo, la mirada del que tiene enfrente pasará de un primer semblante de incredulidad a, después de unos segundos y tras argumentarle su elección, de casi absoluta desconfianza. No le creerán, pensarán que miente. Verá su cara, y observará que en lo más profundo de su ser piensa: "Sí, anda, a mí me la vas a colar…"

Siempre me pregunto el porqué, por qué uno no puede opinar, o posicionarse, desertando de extremismos. Se puede no ser de derechas, ni de izquierdas, y coger lo mejor de ambos espectros políticos. Se puede no ser ateo, ni creyente, y optar por el deísmo. Se puede optar por posicionarse en el equilibrio y la moderación, en la comprensión del otro acogiendo lo bueno que tenga, y cambiando lo propio por ser mejorable. Ya sea por ignorancia o soberbia, por estupidez o testosterona, o por lo bien que vivimos, pareciera que la sociedad en general esté virando inexorablemente hacia esa dictadura de la polarización, y no es bueno.

Basta recordar las consecuencias de esta tendencia, que ya alumbró el hispanista Paul Preston en su reflexión sobre las causas de la Guerra Civil. Si las comparan con los hechos que nos está tocando vivir hoyen día, pueden ser muy reveladoras y, a la vez, atemorizantes. Decía el historiador inglés que la contienda española fue resultado de una lucha de extremos llevada a cabo por fanáticos apasionados de la derecha y de la izquierda, por fascistas contra comunistas, por católicos militantes contra ateos convencidos, por separatistas contra centralistas. Que, sin duda, la guerra civil no era una sola guerra sino muchas, que coexistieron y se solapaban de tal manera que acentuaron el odio. Extremismos que ya existían y hostilidades latentes que se vieron estimulados por muchos aspectos de la confrontación, pues en cualquier guerra se suele dar rienda suelta a los odios reprimidos, y la Guerra Civil fue una oportunidad de vengarse de los resentimientos acumulados de unos hacia otros.

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