Don Quijote en Albania

Ismail Kadaré nos recuerda que todos los dictadores viven obsesionados por controlar nuestros sentimientos

Albania es uno de los países más desconocidos de Europa. Situado al sureste de la península balcánica tiene costa en el mar Adriático y en el Jónico. En 1944 el comunista Enver Hoxha estableció una dictadura, dentro de la órbita de la Unión Soviética, que mantuvo al país férreamente aislado del mundo. España y Albania tuvieron una breve relación durante el siglo XIV, de hecho, en 1983 Alfonso Ungría dirigió una película titulada La conquista de Albania, donde se relata este episodio histórico que compartimos. Los tiranos alzan muros de piedra, ideas incontestables, terror, mentira y miseria. Despedazan la democracia domesticando la educación y la cultura al servicio de su interés por no perder el poder. No obstante, nuestro mundo viene salvándose por la incansable labor que entraña el amor al conocimiento y el pensamiento libre, así como todo un universo que convive con la realidad: las artes. La literatura en Albania no pudo ser encarcelada y nos regaló a Ismaíl Kadaré. Su obra es apasionante, lúcida y comprometida con la realidad humana. Nos dice Kadaré "A los dictadores les obsesiona controlar los sentimientos de la gente: son el último refugio de la libertad individual". Una de sus más hermosas novelas es El cerco, situada en el siglo XV, relata el asedio de una fortaleza albanesa por las tropas de los turcos otomanos. Como intelectual, literato, ha escogido creer en los milagros de los que las artes son capaces para dignificar la vida. Cuenta como un caballero soñador de justicia y belleza, su escudero, Dulcinea…llegados de España, atravesaron la infranqueable frontera de la tiranía que aislaba a su país del mundo: "Don Quijote, ya como libro, ya como personaje vivo, era tan popular en Albania como si lo hubiera engendrado ella misma". Eso es metapolitica. Que felices paradojas tiene la vida, Cervantes poniendo luz y esperanza, incansable, a lo largo y ancho de las fronteras del tiempo y del dolor que imponen los dictadores, tengan el pelaje que tengan ya que la tan necesaria honradez intelectual nos enseña que sus usos y costumbres son idénticos. Vivimos un presente donde impera la mentira y la burda manipulación. Esta realidad evidencia la vulnerabilidad de la naturaleza humana, que ninguna tecnología es capaz de remediar. Atiborrarnos solo de datos, no es conocimiento. Tenemos que pensar que estamos haciendo con nuestras vidas.

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