Mientras el mundo gira

Andrés Caparrós

De Garzón a Marlaska

En las hemerotecas almerienses duermen los ecos de lo que antaño fue actualidad de nuestra ciudad. También en la memoria de “la vox pópuli”

Baltasar Garzón empezó por aquí su leyenda de juez implacable con los delincuentes de poca o mucha monta. Hasta que de un día a una noche - ¿o de una noche a un día?, la voz de la calle propaló diferentes versiones – cambió de aires, para tranquilidad ajena y propia.

Y empezó la epopeya.

Las mafias de la droga y las de los terroristas de ETA sufrieron las actuaciones fulminantes de Garzón, espada y balanza al mismo tiempo de la admirable y ejemplar justicia española. Sus éxitos resonaron allende los mares. Tanto, que más de un cártel colombiano hubiera querido atarlo corto con la propuesta que Pablo Escobar usó tanto, al decir de los cronistas de la cosa: “¿Plata o plomo?”

Fue Felipe González quien, en un momento de apuro político, le hizo otra propuesta; nada peligrosa en aquel caso, al contrario.

  • FG.- Número uno por Madrid en las próximas elecciones.

  • BG.- ¿Y ministro de defensa?

  • FG.- (contando segundos de silencio, mirada de lince, media sonrisa – “su media

  • sonrisa”) Veremos, Gaspar. Primero hay que ganar.

El hoy vituperado Felipe González tenía otras ideas que no compartió con el juez estrella sopesando – continúo imaginando – las ventajas e inconvenientes de tener al lado o enfrente a un tipo tan listo y tan ambicioso.

Conocemos la historia. Tras un breve periplo político, un Garzón despechado volvió a la Audiencia Nacional y con la precisión de un tasador diamantista, aplicó la lente al Caso Gal.

Poniendo una equis en el mayor nivel de la pirámide de responsabilidades, enchironó a quien lo había traicionado, condenándolo con esa maniobra diabólica a la condición de “sospechoso perpetuo”.

De Presidente a Presidente, y de juez a juez.

¿Podría ser la venganza de Garzón lo que Sánchez teme de Marlaska?

Predisposición a la ira justiciera parece demostrar el hoy ministro del Interior cuando ordena refiriéndose a Rajoy,

  • “¡a ese hay que multarlo por salir a correr estando en Estado de Alarma!”

Ninguna objeción a que el vicepresidente se saltara a la torera la cuarentena.

Sigo en mi suposición de que Rajoy no tenía nada que temer del juez Marlaska y de que por eso, no le echó cuentas a la insistencia con que llamaba a las puertas de Génova, tan cercanas a la Audiencia Nacional, pidiendo un cargo importante en el gobierno del PP.

La pregunta final: ¿es verdadera la vocación de servicio a la sociedad de los jueces?

Digamos que sí, aunque haya deshonrosas excepciones. Como ayer, hoy; y como hoy, mañana… mientras el mundo gira.

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