Gracias, abuelos

Hoy, más que nunca, el papel que desarrollan los abuelos es de gran importancia y trayectoria

El papel que juegan los abuelos dentro de las familias ha variado con el paso de los años, debido a diversos factores como son el incremento de la esperanza de vida, la maternidad tardía, la falta de conciliación laboral o la crisis económica que amordaza y azota a la humanidad.

Su figura se ha transformado en un pilar esencial, aunque siempre lo fueron como guía moral y afectiva. ¿Quién no recuerda con nostalgia la figura de su abuelo? Hay muchos casos en que también les convierte en cuidadores y educadores de los nietos mientras sus padres cumplen con sus obligaciones laborales.

Por desgracia en estos últimos quince meses, es más frecuente que se ocupen también de la ayuda económica de sus hijos y nietos, ya que la hostelería y el comercio han sufrido un varapalo sin nombre, asumiendo así una responsabilidad que, en muchos casos, les provoca preocupaciones, ansiedad, pérdida del sueño e incluso sentimiento de culpabilidad si en algún momento no pueden responder a las necesidades que se le plantean. Además, no son pocas las ocasiones en las que para cuidar a los nietos han de alterar su propia rutina y renunciar a su tiempo de ocio, a sus aficiones o, simplemente, a sus momentos de descanso.

Así, por estos y muchos más motivos, se acordó en el III Congreso Nacional de Organizaciones de Mayores, que el 26 de julio de cada año, celebremos el Día de los Abuelos. Actualmente son 26 países en los que se celebra el citado día.

Ellos han sido y son la base de toda la unidad familiar. Hoy, más que nunca, el papel que desarrollan los abuelos es de gran importancia y trayectoria. Facilitan la conciliación de la vida familiar y laboral, transmiten a los niños y a los jóvenes ternura, afecto y buen desarrollo de las emociones.

En esta pandemia que soportamos con indeleble resignación, he visto emocionados a muchos abuelos, los supervivientes del covid-19, acudir presurosos con su digna ancianidad a las colas de la vacuna o a las colas del hambre en nombre de algún hijo.

Contemplo diariamente con emoción, soy muy observador y tengo inquietud por todo lo que me rodea, la lucha de algunos abuelos por una supervivencia digna, y negarle la entrada a la vejez que aporrea insistentemente sus puertas, queriendo entrar en sus vidas y apoderarse de su encomiable voluntad.

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