Metafóricamente hablando

Antonia Amate

Gracias por vuestra lección

Hoy, como siempre, nos dais una lección de vida y de coraje. Vosotr@s, que habéis sufrido con estoicismo el dolor de la guerra, el hambre que conlleva la miseria, el esfuerzo de levantar un país destruido por el odio, y que, como el señor, al séptimo día, os tocaba descansar, de nuevo os ponéis en primera línea de fuego. Jubilados que se reintegran en hospitales y Centros de Salud, para seguir aportando su trabajo y su experiencia en la lucha contra el virus. Ancianos aislados en la soledad de sus domicilios. Ancianos relegados en la invisibilidad y el silencio de Residencias, en las que sus cuidadores aún contagiados, sonríen y no les abandonan, proporcionándoles una seguridad que solo es una utopía y un vehemente deseo. Personas que lo habían dado todo a lo largo de sus agitadas vidas, y que en el momento en que podían descansar, y ser dignamente cuidadas, se ven enfermando y falleciendo en el mayor de los aislamientos, incluso sin despedirse de sus familias. Son escenas, que llegan a lo más hondo del corazón. Esta pandemia que mata de forma sistemática, a unos grupos determinados de la población, entre los que se incluyen los mayores, más pareciera que fuese pilotada desde algún lugar remoto, para quitarse de encima la carga social y económica que supone, mantener a las personas a quienes tanto debemos, empezando por nuestra propia existencia. A ellos quiero hoy dedicarles mi reconocimiento. A esos bellos rostros, adornados por las delicadas arrugas del sacrificio, de la experiencia, del amor absoluto, y de la dedicación a otros, que ha sido el fiel de la balanza de sus vidas. A esos bonitos ojos, que brillan de ilusión al escuchar la voz de sus hijos o nietos, aunque solo estén llenos de besos y abrazos virtuales. A esos hombres y mujeres que no han perdido la inocencia, o mejor dicho, que han vuelto a reencontrarla, al haberle sido negada de niños. A esos, que de pequeños no disfrutaron de las noches insomnes de Reyes Magos, o Papá Noel, por haberles robado la magia de esos momentos demasiado pronto, y sin embargo, nunca les abandonó el deseo de recrearlos para sus hijos y nietos. A esas abuelas, que con escuetas pensiones, han sacado adelante a sus familias en solitario. A esos hombres que, con dolor, tuvieron que dejar su tierra y su familias, para traer las deseadas divisas, con las que este país recuperó su economía, y con las que sus mujeres y sus hijos, pudieron vivir con la dignidad que les era negada en una España castigada por una pobreza endémica, desde tiempo inmemorial. Gracias a todos los que, incluso en momentos tan dramáticos, nos regalan una sonrisa franca, tras la inútil mascarilla de tela que les cubre el rostro, cuando una periodista se acerca a preguntarles: como lleva usted la crisis actual? En soledad señora, en soledad, como he tenido que afrontar toda la vida, con fuerza y coraje.

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