A Son de Mar

Inmaculada Urán / Javier FornieLes

Juan Marsé

Hasta en las fotos, en su forma de vestir, se adivina la voluntad de recordar el suelo que uno pisa

Hace unos días murió Juan Marsé a los 87 años de edad. La mitad de su vida trascurrió durante el franquismo y la otra durante la democracia. Sin duda, de esas dos partes, la que marca su trayectoria es la primera. Los duros años de la postguerra y los del desarrollo económico de las clases medias urbanas son los que definen su personalidad y los que mejor se proyectan en sus obras.

Entre esos dos periodos tan diferentes, la posguerra fue la etapa clave. A ese mundo están ligadas sus obras principales: Rabos de lagartija, Ronda del Guinardó... Y a ese mundo pertenecen las claves para interpretarlo. El niño que ha observado durante esos años la dificultad para sobrevivir, la codicia, la arrogancia y la explotación del ser humano es difícil que pueda olvidar esas experiencias y alimentarse de ilusiones y falsas esperanzas. Quizás, por eso, Marsé tuvo un don especial para recrear, a la vez, la realidad y la fantasía, para valorar la importancia y la fragilidad de los sueños.

Últimas tardes con Teresa fue la obra que atrajo la atención del público lector. Fiel a esa condición de escritor que debe interrumpir los estudios para trabajar en un oficio, Marsé comprendía el fracaso grotesco del personaje Pijoaparte en un grupo social al que no pertenecía. Y captaba también la estupidez de quienes se permitían el lujo de soñar con la revolución y la lucha de clases como un divertido juego teórico. Esa misma situación fronteriza de Marsé lo convirtió además en un autor muy ingenioso y divertido como muestran su vinculación a la revista Por Favor o relatos hilarantes como 'Teniente bravo' y 'El amante bilingüe'.

A pesar de su oposición al franquismo, Marsé no se dejó seducir por la propaganda del PC y rompió pronto con él. Ni tampoco se dejó engañar luego por las declaraciones banales de la democracia. Supo mantener un talante crítico hacia la política y hacia el mundo cultural. Hasta en las fotos, en su forma de vestir se adivina la voluntad de recordar el suelo que uno pisa. Lo podemos ver, hace 50 años, junto a un Barral o un Gil de Biedma trajeados como miembros de una clase burguesa a la que pretenden modernizar. O, recientemente, embutido en una chupa, junto a las bufandas y abrigos de Vila-Matas y Eduardo Mendoza. Marsé aparece siempre como un verso suelto, con la obstinada aspiración de marcar ciertas distancias y de recordar el ayer.

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