José Miguel Ponce

Profesor Honorífico de la Universidad de Alcalá

Un Nobel que habla de Dios

Este dramaturgo noruego, ganador de premios importantes, también ha publicado poesía (admirador de Lorca), relatos y novelas

Por una vez los representantes de la cultura dominante no se han apresurado a postrarse ante el recién galardonado Premio Nobel de Literatura Jon Fosse (1959) (que quizás no conocían) para cantar sus elogios y buscar rápidamente rasgos salientes de sus escritos. De entre estos, pocos han aludido a su conversión al catolicismo en 2012 presente en toda su obra. Es un Nobel que habla de Dios.

Este dramaturgo noruego, ganador de premios importantes, también ha publicado poesía (admirador de Lorca), relatos y novelas, en más de 40 idiomas. Su producción ha sido comparada con la de Ibsen o la de Beckett, y en su país natal es considerado como un autor nacional. En sus obras, Fosse habla de su mundo interior, su misticismo, la intensa relación con su trabajo artístico, la amistad y el amor más allá incluso de la muerte. La Academia sueca lo ha elegido “por sus innovadoras obras de teatro y su prosa que dan voz a lo inefable”. Asimismo, ha alabado “su inmensa obra escrita en ‘nynorsk’ noruego”, que abarca gran variedad de géneros, incluidos libros para niños y traducciones.

Según la comunidad literaria la obra cumbre de Jon Fosse es Septología, una serie de novelas de un total de 800 páginas, donde un anciano pintor (Asle) reflexiona sobre su vida y conversa con otro pintor que tiene su mismo nombre. Se trata de una obra de ficción, pero con fuerte influencia autobiográfica, ya que su conversión empapa la trama por completo. Cada novela termina de la misma manera, con una oración en latín.

En 2014, El País titulaba una entrevista con él: “Para mí, escribir es como rezar”. En 2019 Fosse explicaba: “No tengo dudas religiosas. Viví varias experiencias cercanas a la muerte cuando era niño y la visión de esas experiencias nunca me ha abandonado. Durante muchos años estuve muy próximo a los cuáqueros, pero hace un tiempo me convertí al catolicismo, también porque mi mujer es católica. Y siento la necesidad de mantener la fe, digamos, que con otros. En la iglesia católica me siento en casa, al menos más que en la iglesia luterana noruega, confesión que abandoné a los 16 años.”

También señala cómo “en el fondo de sí mismas todas las personas creen en Dios, solo que no lo saben, porque Dios está tan cerca que no se fijan en él, y está tan lejos que por esa misma razón tampoco se fijan en él”; y, en otro momento, afirma esto: “Pienso que pocos de los que se creen dentro lo están en realidad, mientras que muchos de los que están fuera están dentro, los primeros serán los últimos, como dicen las escrituras”.

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