Metafóricamente hablando

Antonia Amate

Abogada

Olvido somos, y a él destinados

Habitualmente, cuando pongo la televisión, cambio de canal una y otra vez, buscando algo interesante, hasta desistir por hartazgo. La impresión siempre es la misma: famosos, deportistas, políticos, y personajes de toda catadura, pretendiendo tener su minuto de gloria, que le procure dinero, fama y poder. Nada sorprendente, en una sociedad mercantilizada, en la que todo se compra y se vende. Muchos se pasan la vida tratando de destacar, buscando la inmortalidad, con total desprecio de la vida mortal, que les ha sido dada. Mientras tanto, el resto, se la pasan observándolos y admirándolos. Esto, me trae a la memoria la novela "EL OLVIDO QUE SEREMOS", de HECTOR ABAD FACIOLINCE. En ella relata la vida de su padre, un hombre esencialmente bueno, comprometido social y políticamente con las personas más vulnerables y desprotegidas. Este hombre, que dedicó su vida y su profesión como médico, a combatir la injusticia del sistema, en el país donde le tocó vivir, fue asesinado por unos sicarios. El hijo, poco después de publicar la novela, también fue asesinado. Ambos militan ya en el olvido. Nos rodean cientos de personas anónimas, que como el padre de Hector Abad Faciolince, dan lo mejor de sí a la sociedad, y mueren en el olvido. Vivimos en una sociedad que adora la "estulticia", creyendo que cuanto más éxito personal cosechemos, con mayor seguridad alcanzaremos la inmortalidad a través de la MEMORIA. Futbolistas millonarios, modelos envidiados, actores infelices, ensalzan y ostentan una vida de lujo, que el resto de mortales envidian. Nada se dice de las personas que investigan sobre las enfermedades que están diezmando la población, los que se entregan a causas justas, los que trabajan por mejorar la vida de las personas más vulnerables. Estas personas son invisibles. Se olvidan de inmediato, si alguna vez, por llenar un hueco, se da una noticia sobre su trabajo. Sin embargo, nada más erróneo que la idea de aquellos que buscan la inmortalidad en la memoria de las gentes, a través del éxito y el dinero. Nadie permanecerá en la memoria de otros, más allá de dos o tres generaciones, unos por conocimiento directo y otros por referencias. Los que se van, son inmediatamente sustituidos por otros. Quizá algun@s consigan que se ponga su nombre a un estadio, a una plaza o a una calle, pero más allá de veinte o treinta años, solo será el nombre de un Pub, en el que se ha quedado con los amigos, o una dirección a la que acudir, sin rostro y sin historia. Porque olvido somos y al olvido volveremos, ya que el mundo solo existe a través de la conciencia de quien lo interpreta. Cuando nos vamos, la alucinación que es la vida, desaparecerá con nosotros y el olvido nos devorará irremediablemente.

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