Comunicación (im)perinente

Francisco García Marcos

Y Oramas sacó su fusil de palabras

No debería valer todo con tal de acometer a Sánchez, sobre todo si implica salirse de las fronteras de la democracia

Hay mensajes que encajan, como piezas de un puzle subyacente, en un comportamiento, en un talante, en una manera de comunicar. El pasado jueves, Ana Oramas, la diputada de Coalición Canaria, desempolvó el fantasma amenazante del MPAIAC para censurar las acciones del gobierno. En su volcánica opinión, Sánchez parece ser un atractor de crisis y malas gestiones, desde la llegada de pateras al puerto de Aguineguín hasta la pandemia y sus consecuencias económicas. Ahora no pretendo discutir ni el trasfondo ni el alcance del argumento. Muy probablemente, como suele ocurrir a menudo, tenga parte de razón en algunas cosas y parte de equívoco en otras. Sí que me interesa, en cambio, la iconografía desplegada por la diputada tinerfeña. El MPAIAC al que alude, el Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario, se mantuvo activo de 1964 a 1979. Fue un grupo terrorista digno de una película de Berlanga. En esos quince años dio tiempo para que se registraran duros enfrentamientos internos, para que se escindieran unas cuantas veces y para que desaparecieran 25000 dólares, con destino final en la cuenta de Antonio Cubillo, su principal ideólogo, aunque terminara expulsado del mismo partido que había fundado. Esa estrambótica y truculenta existencia, en todo caso, no puede hacer pasar por alto que se trataba de un grupo terrorista, con muertos y heridos encima de la mesa.

Conviene tener bien presentes estas cosas para calibrar con exactitud qué invocaba Oramas y qué ha implicado el silencio de parte del espectro político español. Mientras el apoyo de Bildu a los presupuestos ha levantado quejas airadas, la invocación de Oramas a los pistoleros canarios solo ha merecido un sombrío y sepulcral silencio. No debería valer todo con tal de acometer a Sánchez, sobre todo si implica salirse de las fronteras de la democracia.

Eso sí, recurrir a la evocación de un grupo armado es de una extraordinaria coherencia en el caso de Oramas. De verbo tempestuoso y desmedido, poco interesada en la cortesía parlamentaria, tiene un comportamiento lingüístico que con frecuencia roza la violencia idiomática, cuando no penetra directamente en ella. Como el sheriff implacable de un western, se diría que siempre está preparada para desenfundar su pistola dialéctica y disparar sin miramientos al rival político. Lo más acorde con ese comportamiento comunicativo, naturalmente, es el MPAIAC.

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