Comunicación (im)perinente

Francisco García Marcos

Pablo Iglesias (caminando en el hotel de los líos)

Cuando Groucho le tiende el puro, el barbudo del moño se gira y se marcha con paso marcial

Entre las décadas de los 40 y los 60, el teatro del absurdo alcanzó su máximo apogeo. A su ideario se acogieron dramaturgos emblemáticos como Beckett, Ionescu o, entre nosotros, Mihura y Arrabal. Su estela no se agotó ahí. Con el paso de los años, el componente absurdo se convirtió en recurso dramático de variable empleo. La etiqueta se inspira directamente en Camus y Sarte, dos referentes del pensamiento existencialista. Como sugiere, propuso un ejercicio de incoherencia completa, tanto en lo concerniente a los diálogos, como respecto a las situaciones que planteadas en sus obras. Ello provoca un primer efecto cómico, aunque en su trasfondo constituye una lectura crítica y desencajada, una forma de expresar honda disconformidad social. En cierto sentido da forma a una antigua inclinación latente en la literatura universal. Carroll, Joyce, Kafka o Strindberg también cultivaron su porción de absurdidad. Incluso en artes vecinas, como el cine, los Hermanos Marx fueron precursores indiscutibles de ese credo estético, con algunas obras que figuran entre sus páginas más brillantes. La suerte, o el destino caprichoso, ha querido que estos días me llegara un disimulado envío desde EE. UU. En principio, contiene un guion inédito ambientado en España, en principio, atribuido a los Marx. Con las precauciones que se requiere en estos casos, me he tomado la libertad -y el atrevimiento- de traducirlo y compartirlo. "Un campo de melones se extiende hasta agotar el horizonte. Entre las hileras cultivadas un barbudo con el pelo largo, cogido en una coleta, se detiene en medio del paisaje. Mientras mira los melones se anuda el pelo en un moño. Con gráciles pasos de baile, Groucho Marx se encamina hacia él. Cuando llega a su altura, se quita el puro de la boca. - Estoy cansado de nadar aquí. No me parece un gran lugar para ello. El barbudo del moño mira al cielo en ademán implorante. -Es que en este país no hay democracia plena. Estoy harto de decirlo. Groucho le echa la ceniza sobre sus zapatos con absoluto descaro. -Pero es Vd. el vicepresidente.

El del moño se encoge de hombros, mira al suelo y lo escarba con el pie, como si fuera una pezuña. -No me terminan de convencer las vistas del chalé. Groucho arquea las cejas aliviado. -¡Menos mal, creía que era más tarde!

Cuando Groucho le tiende el puro, el barbudo del moño se gira y se marcha con paso marcial. A medida que va convirtiéndose en una silueta borrosa, se escucha una letanía indescifrable."

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios