Comunicación (Im)pertinente

Francisco García Marcos

Retrato de Ayuso como pirómana comunicativa

Isabel Díaz Ayuso ha impartido esta semana un curso intensivo sobre incongruencia comunicativa en la esfera pública

Hace ya más de medio siglo que los lingüistas pusieron de relieve la importancia crucial del contexto para el desarrollo efectivo de la comunicación. Es necesario adecuarse al entorno en el que se dicen las cosas, tanto en el aspecto físico como en el psicológico. Por mencionar dos ejemplos exagerados, pero ilustrativos, sería inadecuado dictar una conferencia en una pescadería, como lo es hablar de campos de exterminio polacos (y no alemanes) en Cracovia, a dos pasos de Auswichtz. Cuando no se procede así, la comunicación es congruente; esto es, mantiene la coherencia con lo que es el autor, lo que quiere transmitir y con sus receptores. La intuición de los lingüistas tuvo éxito notable, incluso extramuros de sus competencias disciplinares. Hoy también se recomienda cultivarla desde el márquetin, la psicosociología o, por no extenderme, la programación neurolingüística. Bien es verdad que su intensidad varía en función de las situaciones y los escenarios. La charla con un amigo en la grada de un estadio no requiere, obviamente, del mismo cuidado que las intervenciones de los personajes públicos, siempre expuestos al foco mediático y con repercusión sobre amplios sectores de la población.

Isabel Díaz Ayuso ha impartido esta semana un curso intensivo sobre incongruencia comunicativa en la esfera pública. Entrevistada para el dominical de ABC, la presidenta terciaba en la polémica sobre los amores del torero Ponce. No es que carezca del derecho a opinar lo que estime oportuno sobre cualquier tema. Solo que ese no era el lugar para exponerlo. Es improcedente que quienes tienen responsabilidades de gobierno ejerzan como tertulianos ocasionales de Sálvame en público. A mitad de semana anunció que prácticamente todos los niños terminarían contagiados. Tampoco dudo de que incluso pueda ser así. No soy ni médico ni epidemiólogo. Pero, en esta ocasión, el momento psicológico fue absolutamente inoportuno. A días de que los pequeños vuelvan a las aulas, con los padres y los docentes aterrorizados frente a lo que se presagia, sin planes ni claros ni unánimes acerca de qué hacer, esas declaraciones son gasolina al fuego.

Como casi todo, es posible rastrear una esquina positiva también en estas cosas. Analizar la gestión comunicativa de Díaz Ayuso no deja de ilustrar por qué ha encarnado el paradigma de la frivolidad frente a la pandemia con resultado trágicos y demoledores.

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