Carta del Director/Luz de cobre

Turismo con responsabilidad

Porque desde la administración se abran las puertas de la diversión, no debemos romper barreras e ir al precipicio

Las provincias que viven del turismo esperaban la 'nueva normalidad' como si del maná salvador se tratase. El fin de las restricciones, las mascarillas no obligatorias y la flexibilidad de horarios llegaron a finales de mayo para quedarse.

La normalidad se oteaba en el horizonte y quienes viven del sector terciario no se frotaban las manos por las pérdidas acumuladas durante el último año, pero sonreían ante las oportunidades de negocio que se vislumbraban a la vuelta de la esquina. Almería es una tierra turística, aunque la agricultura sea nuestra fuente principal de riqueza. El sector servicios es la base que sustenta un mundo basado en el comercio, en el consumo y en la estancia en la calle como forma de vida.

Los hoteleros y hosteleros, los bares y la restauración, las terrazas y los pubs, las discotecas y los gastrobares, la marabunta del ocio, se las prometía felices y así ha sido desde que el solsticio de verano comenzó. Pero como somos de otra pasta, de aquella que se endurece o se convierte en chicle dependiendo de como sople el viento, con el paso de los días hemos puesto en peligro el camino andado.

Todos en manada, decidimos el mismo día que se acabaron las restricciones lanzarnos a la calle como si no hubiera un mañana. Todos, sin excepción, somos conscientes de que el virus sigue ahí. No porque desde la administración se abran las compuertas de la diversión debemos romper barreras y caminar directos al precipicio. Sí, éramos conscientes de ello. Pero ha sido más fuerte la necesidad de romper con el aislamiento que cualquier otro argumento real y sanitario que nos puedan contar. Perece que no va con nosotros, hasta el extremo que a día de hoy el número de positivos es mayor que en los momentos más duros de la cuarta ola; los ingresos se acercan a las cifras de nuestras pesadillas y las restricciones regresan en cascada, comunidad por comunidad, en la misma medida que los hospitales y la sanidad se acerca al borde del abismo.

Está en riesgo nuestra subsistencia. Está en peligro desandar el camino y la senda recorrida. Estamos en la cima del acantilado y, si no somos capaces de remediarlo, volveremos al aprisco, guiados por los pastores y con los perros recogiendo velas hasta encontrarnos en un nuevo aislamiento. El turismo, regreso al inicio, el maná salvador de la economía vuelve a estar en riesgo extremo y nosotros con las anteojeras puestas, recibiendo todos los golpes de la enfermedad, pero mirando hacia adelante hasta alcanzar la meta de la sinrazón. Por favor, mantengamos la compostura, disfrutemos del verano, pero con la responsabilidad que, como seres racionales, se nos supone.

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