Metafóricamente hablando

Antonia Amate

Veinte años no son nada

Te observo desde la oscuridad del salón, en este día invernal, que nos aplasta. Sentado en el sillón junto al ventanal, desde el que se divisa el negro mar, cuyas olas rompen con violencia contra la escollera. Tus manos temblorosas, sostienen el diario, que intentas leer aguzando tu mirada de ojos turbios, afectados ya por la presbicia. Será la última imagen que de ti me lleve, aunque tú no lo sepas. Me pregunto cuál será la que de mí conserves, una vez que desaparezca de tu vida. A veces pienso si no seré para ti más que una nebulosa informe. Intento recordar la última vez que descubrí tu mirada posada sobre mi rostro, o tus manos recorriendo mi piel desnuda, sin conseguirlo. Hoy, por fin, he acumulado el valor suficiente para hacerlo: me voy sola, con lo puesto, a ninguna parte, en silencio. Sé que no te darás cuenta hasta bien entrada la noche, y ni siquiera llamarás para preguntar dónde estoy. Hace años que no me echas de menos, salvo para buscar algo que se te resiste, escondido en algún cajón, de un armario, que para ti es el agujero negro de tu pequeño universo. Hoy, por fin he tomado conciencia de cuán poco me has amado. Hoy, por fin, he tenido el coraje de reaccionar desde aquel fatídico día de hace veinte años, cuando corriendo en mi huida de una inesperada lluvia de verano, descubrí una pareja besándose apasionadamente, bajo el paraguas que los resguardaba de ella. Eras inconfundible: esbelto, elegante, enfundado en aquel traje gris, que yo adoraba tanto…Abrazados como adolescentes, rodeando la cintura de aquella mujer desconocida, con aquellas manos tan amadas. A pesar de que aquella visión me golpeó con una violencia tal que me descompasó el corazón, solo pude dar la vuelta y llorar hasta la extenuación. Y quien dijo, que veinte años no son nada?. Veinte años son toda una vida, el espacio necesario para comprender una realidad que se niega, el tiempo imprescindible, para morir y resucitar. Yo, que habría mesado tus canas, y acariciado tus manos surcadas por el tiempo, yo que te habría cuidado y abrazado, en las soledades que atrapan al ser humano cuando desciende por los acantilados de la edad madura, yo que no imaginé otra vida sin tenerte a mi lado. Yo, que hoy por fin, he acumulado el valor necesario para levantar el velo que me impedía ver tu desamor, tras la rutina de una vida sin sobresaltos. Sé que te preguntarás que ha pasado, cuando dentro de dos o tres días, te percates de que me fui, y que jamás unirás a mi abandono, la imagen de aquella tarde lluviosa, en la que, abrazado a tu amante, viste a una mujer corriendo por aquella calle estrecha y apartada, a la que no reconociste. Desde entonces el silencio que se instaló entre nosotros, ha acabado engulléndonos en la nada. Quien dijo que veinte años no son nada? Veinte años son el tiempo necesario para que Julieta tome conciencia de que Romeo solo fue un sueño.

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