Violencia instrumental

Poco contribuyen a rechazar la violencia machista campañas instrumentalizadas con otro perverso propósito

La violencia contra la mujer es una acción terrorista y asesina. Es matar alevosamente y con ensañamiento. Es una forma de dominación por terror. Por tanto, nunca debería dar argumento a la ambigüedad, a la instrumentalización, a la militancia desviada. Sirva de penosa y repudiable muestra la campaña realizada por el Ayuntamiento de Barcelona contra la violencia machista, donde unos jóvenes hacen comentarios vejatorios, en castellano, contemplando la imagen de una mujer desnuda, mientras que otro joven, en catalán, les reprocha, con razones a propósito, tan inadmisible comportamiento. Pocas explicaciones caben para justificar esta nefasta e improcedente instrumentalización del rechazo a la violencia machista para subrayar, como fin avieso, la maldad proterva de los que hablan en español, contrarios a las proclamas separatistas, y el dechado de virtudes independentistas, a partir del estereotipo de ese joven catalán que corrige, con superioridad moral, las conductas dañinas de los muchachos españoles. Sencillamente un despropósito bochornoso que debería avergonzar a cualquier catalán sensato -no es una contradicción tal asociación de términos, aunque se hagan notar sobremanera las insensateces radicales-.

Así ocurre con la maquinación independentista pero igualmente con otras causas que afectan a cuestiones de alcance ideológico, como el cambio climático, la doctrina "animalista" o algunos discursos de género, donde se afinca una politización social de carácter frentista, banderizo y sectario. Esa que reparte etiquetas y se atribuye el patrimonio exclusivo de significativas causas sociales que, como los valores universales, son indiscutiblemente compartidas. Contribuyen no poco a esta politización beligerante y aparatosa el adoctrinamiento educativo -esta sí que es una contradicción flagrante pero perversamente efectiva-. Así como la ausencia de expectativas y horizontes que lleva a secundar las aniquiladoras simplicidades de la radicalidad. De resultas, las generaciones jóvenes, tradicionalmente llamadas a la mejora social, reafirman la instrumentalización cuando no crecen y maduran amparadas en el benéfico albedrío de la libertad y en el solvente criterio de la conciencia ecuánime. Tan es así, que situaciones del todo repudiables, como la violencia machista, quedan desplazadas por su instrumentalización con otros fines, empujados por las consignas y prejuicios doctrinarios que confunden el recto y cabal sentido de las cosas y las causas.

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