Opinión

antonio martínez

Vuelta a la vieja política ambiental

Solo desde ese vieja y desacreditada etiqueta de "desarrollo sostenible", - surgida del pacto entre PP, Ciudadanos y Vox-, por el que ha optado la nueva Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible del Gobierno andaluz, se pueden entender las primeras declaraciones que su titular, Carmen Crespo, ha realizado para redefinir ese obsoleto concepto. En el marco del día mundial de los humedales, la consejera prefirió realizar en Adra el primer acto político de su partido con motivo de las futuras elecciones municipales, utilizando, para ello, el humedal de las Albuferas de Adra como soporte paisajístico sin más pretensiones y convicciones que las electorales. No solo ha desperdiciado la primera oportunidad del año 2019 para poner en valor los servicios intangibles que el medio ambiente y el agua le proporcionan a la sociedad andaluza, sino que estando en uno de los espacios naturales protegidos con mayores riesgos de la Red Natura 2000, no proporcionó ninguno de los buenos datos de seguimiento de la vida silvestre obtenidos en ese importante humedal almeriense, convertido desde hace años en el paradigma de la resistencia y resiliencia de la naturaleza. En cambio, sí dejó entrever su decisión de poner fin a las políticas de preservación y gestión integrada de los espacios naturales protegidos de Andalucía.Además, la Señora Crespo se equivoca si deja de trabajar con los agentes empresariales y sociales de nuestra provincia con el fin de que se siga considerando al medio ambiente como un recurso de presente y de futuro. Finalizando ya la segunda década del siglo XXI, con los formidables conocimientos adquiridos y los imparables avances tecnológicos, no nos hace falta más desregulación como ha propuesto el presidente de la Junta, ni tampoco ejercicios de buenísimo como el que Carmen Crespo parece convocar. Lo que hace falta son buenas prácticas, adaptación y mitigación. Y en los espacios naturales marinos y terrestres (forestales, fluviales, humedales, litorales), tal y como sucede en cualquier punto del planeta, ni que decir tiene que la consejera, a la que se le ha caído el título de Medio Ambiente del nombre de su departamento, tiene como primera función garantizar su conservación y evitar su fragmentación ambiental.

Resulta fundamental asegurar su conectividad ecológica y permitir que se sigan produciendo los servicios ecosistémicos que esta sociedad andaluza disfruta hoy y que sus futuras generaciones merecen seguir disfrutando (calidad del aire, cosecha anual de agua, freno de procesos de desertificación, etc.). La nueva consejera del ramo no puede olvidar estas obligaciones al tramitar, tal y como ha anunciado, el nuevo 'Plan Andaluz de Acción por el Clima'. Haría bien en aprovechar la "herencia recibida" y el conocimiento que en materia de medio ambiente y agua atesoran gran parte de los empleados públicos de su actual Consejería.

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