De Gobiernos e Ínsulas

gONZALO aLCOBA gUTIÉRREZ

Wiphala

La Constitución de 2008 de Bolivia recuperó la Wiphala como símbolo de la nación, sin renunciar a la tricolor

Ayer 12 de octubre coloqué una pequeña enseña wiphala en mi salón; con sus dos cuerpos triangulares, compuestos por todos los colores y separados por una franja alba diagonal, llamó la atención de mis hijas, que la agarraron sin contemplaciones para imitarla en sus cuadernos. El resultado es una gozosa mezcolanza de tonalidades puerilmente dispuestas. La wiphala no es un símbolo de agresión, solo llama a la inocencia.

No podemos estar seguros de su origen, es cierto. Hay quien sostiene con desdén que es un invento europeo, un artificio. Pero esto importa poco. La Wiphala es un clamor muy real, tanto como el dolor que los pueblos indígenas de Hispano América llevan soportando cinco siglos, desde que los europeos decidieron "liberarlos". Juzgar el comportamiento de los antepasados con los criterios de hoy puede ser estúpido, pero ya en aquellos tiempos existían los conceptos de piedad, de fraternidad y de libertad; en la conciencia de seres humanos coetáneos esas palabras ejercieron ya su mágica función: muchos acusaron y algunas voces nos han llegado.

También existía el Evangelio, con su discurso de amor fraterno y justicia social, tantas veces celado. Por eso el Papa Francisco ha pedido perdón por los crímenes cometidos por quienes decían llevar a Cristo y llevaron solo esclavitud y miedo. La derecha nacionalista lo acusa ahora de antiespañol, indigenista y otras heterodoxias. Qué extraña idea de España es esa empeñada en salvar toda crueldad que se obra bajo el pendón de Su Majestad.

La Constitución de 2008 de Bolivia recuperó la Wiphala como símbolo de la nación, sin por ello renunciar a la tricolor ni a la lengua universal que compartimos. El grito indígena por la dignidad, tantas veces negada, no es una embestida contra nuestra vieja Patria, como tampoco lo es la disculpa del Papa. Son, por el contrario, actos de justicia que llaman a la memoria de pueblos largamente humillados. América despierta poco a poco a la conciencia de sus culturas, de sus riquezas naturales y su exuberancia ecológica; las tensiones que resultan de ello no cesan; en Bolivia vimos con desesperación cómo el mundo se cruzaba de brazos ante un golpe de Estado de viejo cuño; pero Perú ofrece ahora una esperanza.

En el día de toda la hispanidad, Wiphala ondea para todos los que sufren. Para que los pobres no se resignen, para que una vez y otra, se levanten y clamen. Hablen la lengua que hablen, vivan donde vivan.

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