Metafóricamente hablando

Se acabó el tiempo de las hadas

Se acabó el tiempo de las hadas. Atrás quedaron los tiempos en los que se pensaba que el progreso era imparable y que la ciencia traería la inmortalidad. Creímos erróneamente que la humanidad había aprendido mucho de las dos conflagraciones mundiales. Después de la guerra fría, la vieja Europa, E.E.U.U., Reino Unido, y unos pocos más, tomaron impulso hacia delante. Otros como el continente africano, Asia o América del Sur, no pudieron hacer lo mismo. Los que tuvimos la suerte de nacer en el lugar exacto y en el momento justo, vivimos “el tiempo de las hadas”, creciendo en un clima de confianza, paz y desarrollo inédito, que nos hizo ver el futuro con un optimismo exagerado. En esta parte del planeta, se acabaron las ocupaciones de unos países por otros, los conflictos bélicos entre vecinos, y sentíamos el futuro asegurado, pero las guerras nunca dejaron de producirse allende nuestras fronteras. “El tiempo de las hadas”, comenzó a diluirse en una especie de desencanto y una inseguridad desconocida para las generaciones que habían crecido en paz. Primero fue la guerra del Golfo, los bombardeos que aquella madrugada escuchamos por la radio, nos hizo sentir el horror de la gente huyendo de la lluvia de fuego, los gritos aterrados de los niños en brazos de sus padres, ajenos a las causas que habían desencadenado tal violencia. Cuando comenzamos a sentir una sensación de vulnerabilidad en nuestros corazones, el monstruo se acercó peligrosamente. Las confrontaciones de Yugoslavia y Bosnia, mostraron al mundo que el ser humano no aprende de su experiencia, y que Europa ni estaba a salvo, ni lo había estado nunca. Las guerras, que hasta entonces solo eran cuentos chinos, estaban a nuestras puertas, poniendo en jaque nuestro mundo de confort, y dejaron de ser defensivas para denominarse “preventivas”, como en Siria, Libia, Irán o Irak, justificándolas con burdas mentiras. A pesar de ello, en esta parte del planeta no sentimos gran precaución, estaban lejos y teníamos asegurado todo (coches, casas, salud y hasta nuestras vidas), podíamos dormir con tranquilidad, hacer planes de futuro o planear viajes a lugares exóticos, como si las hadas aún nos protegiesen sin razón alguna, viendo como ardía medio mundo. Pero, como dice el refranero popular, “la alegría dura poco en la casa del pobre”, se nos echó encima la crisis económica, y engulló a millones de personas que perdieron sus trabajos, sus casas y sobretodo la confianza en el futuro. Solo faltaba la invasión de Ucrania para abrirnos los ojos de una vez, se fueron las hadas y el monstruo de dos cabezas metió sus fauces sedientas en Europa, se acabó el cuento de la guerra preventiva: la única verdad era que las hadas no existieron nunca, solo fue una fantasía.

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