Carta del Director/Luz de cobre

22.000 analfabetos en Almería

Una sociedad abierta como la nuestra no puede permitirse no formar a todos y alejarlos de las bolsas de exclusión

Casi 22.000 almerienses no pueden leer y escribir frases simples en su vida cotidiana. Aunque pueda parecer de otro tiempo es una realidad cotidiana en 2022 en la provincia. El analfabetismo sigue siendo un aspecto que forma parte de la vida social y educativa de esta tierra. En los últimos tres años el aumento ha sido progresivo.

En la actualidad, el 3,66% de la población de esta tierra son analfabetos funcionales. No puede leer y escribir con cierta normalidad y soltura. Son incapaces de utilizar su capacidad de lectura, escritura y cálculo de forma eficiente en las situaciones habituales de la vida. Una cifra que en pleno siglo XXI puede y debe parecer exagerada, pero no lo es.

Los datos, recogidos en el informe 'Sistema Andaluz de Indicadores de la Educación de la Junta de Andalucía', y recogido por mi compañero Rafael Espino hace unos días en las páginas de este periódico, ponen de manifiesto la importancia de la actividad económica o laboral de la población como variable principal del bienestar socioeconómico de una región. El sistema educativo juega un papel fundamental en la preparación de la población para esta actividad. En principio, el bienestar social y económico es parte del contexto en el que se desarrolla la educación, ya que condiciona las motivaciones y decisiones personales sobre la permanencia o el abandono de la escolarización; pero, a su vez, la formación recibida en el sistema educativo incidirá en las diferentes situaciones laborales posteriores.

Un juego casi macabro, o una pescadilla que se muerde la cola, que de alguna manera aún hoy, en 2022, supone un lastre para las aspiraciones laborales y de desarrollo futuro de una tierra rica, capaz de innovar hasta extremos insospechados, pero que carece de los estímulos necesarios que permitan a su población, a toda su población, avanzar en educación o, lo que es lo mismo, crecer en progreso, bienestar y cultura.

Si bien es cierto que se pueden objetar algunas premisas que abundan, o pueden abundar en ese casi 4% de analfabetos funcionales de los que hablan las estadísticas, como puede ser el alto porcentaje de población inmigrante que convive con nosotros y que lastra cualquier informe, no debe ser un consuelo que nos lleve a bajar la guardia. Al contrario. Todos, instituciones y asociaciones y colectivos, deben implicarse y conjurarse en la necesidad de tratar de bajar un índice que nos debe sonrojar, aunque sea un poco.

Una sociedad abierta como la nuestra, en crecimiento y capacitada para alcanzar cualquier reto, no puede permitirse el lujo de no tratar de formar a todos, sin excepción, para integrarlos en un mundo exigente y alejarlos de bolsas de exclusión que la carencia de formación educacional o analfabetismo, mucho me temo que los puede absorber.

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