Sobre la bajada de pantalón

Un hombre o una mujer tiene lo que se merece, pero más aún lo que ha trabajado o lo que ha sacrificado

Lo primero que debe hacer una persona que se precie es tener valores morales. Unos principios inquebrantables por los que debe poner toda la carne en el asador a la hora de tomar decisiones y donde uno debe dejar claro que sin un referente moral o ético no somos absolutamente nada. Nunca he creído en la suerte. Un hombre o una mujer tiene lo que se merece, pero más aún lo que ha trabajado o lo que ha sacrificado. Pero, sobre todo, un ser humano tiene lo que ha sabido defender.

La cultura de austeridad donde nos hemos embarcado nos ha llevado a una histeria colectiva del ahorro sofocante, de la mutilación de derechos básicos como la Sanidad o la Educación y a un sospechoso "todo vale para salir de la crisis". En mi modesta opinión, uno de los objetivos para luchar contra el déficit público es sin duda la productividad. Pero también deberíamos preguntarnos, por qué en un país de cuarenta y siete millones de personas existen más cargos públicos que policías, médicos y bomberos juntos. Quizás, una medida factible sería recortar los consistorios con poblaciones reducidas y con la formación de instituciones municipales más grandes y eficientes, con la disminución consiguiente del sobrecoste de cargos.

Otras de las medidas para potenciar la productividad laboral sería la eliminación de la jornada partida. Si un trabajador tuviese jornada continuada por la mañana, éste tendría a partir de las cuatro o de las cinco de la tarde la posibilidad de conciliar la vida familiar, tendría más tiempo libre y por lo tanto más periodo de ocio -por lo que podría dedicarse a hacer uso de los medios de servicios y hostelería; y, además de lo anterior, también descansaría más, con la consiguiente mejora en la productividad.

Así pues, tenemos a un trabajador eficiente y sin necesidad de amarrarse aún más el pantalón -aún no se ha visto a nadie apretarse el cinturón y bajarse los pantalones al mismo tiempo; y aunque parezca mentira, son capaces de demostrárnoslo-, porque al fin y al cabo, quien llena las fábricas y da sentido a todo el entramado social es el trabajador, que desde los albores de la historia fue el primero que se inventó y, después de él, llegó todo eso que se llama industria, clases sociales, esclavitud y la milonga oficial con la que nos atiborran a todas horas diciéndonos que todo se hace por nuestro bien.

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