Carta del Director/Luz de cobre

No tenemos ni idea del virus

En estos cien días lo que ha funcionado, y bien, ha sido el confinamiento como fórmula para evitar contagios

Aestas alturas de la pandemia creo que ha quedado claro que no tenemos ni idea de cómo actúa el virus. Es posible que para los optimistas y aquellos que creen en la ciencia y en sus efectos beneficiosos, probablemente conozcamos algunos aspectos del 'bichito'. Pero tengo la sensación de que si algo ha quedado patente en este tiempo es que estamos a su merced y que es una fuerza, como tantas otras de la naturaleza, que desconocemos. Bien es verdad que a lo largo de este tiempo nos hemos puesto a trabajar en serio. Bueno, unos más que otros. Los científicos laboran a marchas forzadas en la búsqueda de una vacuna milagrosa, que espera ser una realidad en 2021. Pero no está tan claro que sea así, cuando sólo hay 29 para otras tantas enfermedades y en el caso del SIDA, después de 35 años, aún no hay un remedio eficaz más allá de los cuidados paliativos, de evitar la muerte de los afectados o de que tengan una vida más o menos digna. Pero seamos positivos. En estos casi cien días lo que realmente ha funcionado, y bien, ha sido el confinamiento como fórmula mágica para evitar los contagios y reducir la presión de los enfermos en los hospitales. Y lo hemos logrado. No me cabe la menor duda. Pero a cambio nos enfrentamos a una crisis económica de consecuencias apocalípticas, de la que desconocemos las consecuencias que tendrá en la vida de las personas. Y luego están los resultados de los diferentes 'métodos' para controlar la enfermedad que se han puesto en marcha. Modelo español, el más duro posiblemente de cuantos se han aplicado; modelo alemán, el país con menos muertes; modelo sueco, dejar que el patógeno circule a su libre albedrío para provocar una rápida inmunidad frente a la enfermedad; modelo negacionista, tipo Reino Unido, Estados Unidos o Brasil, en el que los fallecidos y la saturación de los hospitales les ha llevado a tener el honor, ¡qué horror!, de ser los países que encabezan el ranking de afectados y de fallecidos. No tenemos la varita mágica y tampoco podemos guiarnos por lo que nos cuentan. En Alemania, país desarrollado, hay menos de diez mil muertos, teniendo 83 millones de habitantes. Parece el éxito de un país desarrollado y de que las cosas se han hecho bien. Y es posible. Pero en Grecia, casi olvidado y puteado durante tantos años por su déficit, el número de fallecidos no llega a los doscientos. Siendo pobres, malos gestores y todos aquellos adjetivos que ustedes quieran, verán que no les ha ido mal. Como tampoco a África, zona del planeta en la que creíamos que la COVID-19 los iba a diezmar. Falso. Pocos afectados y pocas muertes, a pesar de que allí los confinamientos, los hospitales, las mascarillas y todo lo que ustedes quieran ni están, ni se les espera. Resumo y concreto: No tenemos ni idea del virus, pero sí nos ha descubierto la fragilidad del ser humano y que somos mortales.

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