Al lecho, pecho

Junto al amor, la otra cara de la moneda del matrimonio es el humor (incluyendo el negro de la noche en blanco)

Le hizo mucha gracia a mi madre la explicación de una amiga que había estado en la casa de un matrimonio de posibles: "Tienen el dormitorio de ella, y el de él; el cuarto de baño de ella, y el de él; y dos cuartos de estar individuales. Pero no se llevan mal: se aman tiernamente… Claro que, bien pensado, amarse, en esas condiciones, es facilísimo". Han pasado cuarenta años y yo le veo más gracia a la situación, a la exposición de la amiga y a la carcajada -aún puedo oírla: cristalina- de mi madre.

Estuve este fin de semana en un encuentro de periodistas en un hotel y los más jóvenes que yo (casi todos) disfrutaban del placer culpable de dormir dos noches sin el llanto de sus hijos pequeños. Yo no les decía nada, para no chafar su esperanza de que las criaturas crezcan; pero uno también dormía como un bendito.

El lecho conyugal multiplica los sobresaltos. La tos es ganancial. Alguna patada (inconsciente) te llevas. Lo advierte el Génesis: cuando Adán se despierta y se encuentra con Eva, ya tiene una costilla menos, para empezar. Durante la noche, cada vez que uno se levanta, y se levanta, el otro se resiente. Si enciendes la luz, malo; si no, te tropiezas, y es peor. Ayer me topé con el radiador recién sacado. Gran escandalera. Murmuraciones de la media naranja a medio sueño. A la media hora se levantó ella y se dio con el mismo radiador. Risitas justicieras medio ahogadas por mi almohada. Ahora con los fríos empiezan los tirones de la manta o, peor aún, el aleteo aleve del leve edredón, como el chiste de aquellos arqueólogos que encuentran unas momias y determinan que son matrimonio porque pelean por las vendas. Luego, los ruidos: el crujir de huesos y el rechinar de dientes (bruxismo). Y los termostatos: dos que duermen en un mismo colchón se volverán de la misma opinión, pero no de la misma calefacción.

Hace unos días, Hughes escribió un artículo estremecedor sobre los días de los hombres solos. Las noches de los hombres (y mujeres) acompañados para nosotros se quedan. El karma de la cama. Se cumple (sin indultos ni reformas por la puerta de atrás) la ley del equilibrio universal. Junto al amor, la otra cara de la moneda del matrimonio es el humor (incluyendo el negro de la noche en blanco). En la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, en las noches, um, venecianas y en las, ay, toledanas. El lecho matrimonial es un lecho de Procusto, pero con gusto.

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