El marco de las Hilanderas

La decisión es histórica porque nos permite contemplar la pureza y belleza original de la estética velazqueña

El Museo del Prado ha devuelto recientemente las Hilanderas y el Mercurio y Argos de Velázquez a su formato original y les ha puesto marcos nuevos artesanales que imitan los de época. Se trata de un intento para que la visualización de las obras en sala por los visitantes sea la más parecida a la que el autor concibió. Las composiciones de Velázquez, con encuadres atrevidos y figuras cortadas o desenfocadas en los primeros términos que en muchos casos preludian la fotografía, no fueron entendidas hasta mucho después. En el siglo XVIII muchas de sus obras sufrieron añadidos para adaptarlas a la función decorativa demandada por las paredes del Palacio Real nuevo, iniciado en época de Felipe V. El caso más radical fue el de Las Hilanderas, con bandas de lienzo añadidas en sus cuatro lados; la superior incluyendo un arco que destruye por completo la estética de la obra y descentra su tema, la fábula de Aracne. Para evitar cortar los añadidos del lienzo, ha tenido que crearse una nueva pared o panel articulado que lleva incorporado el hueco-ventana para la obra y el marco que la viste. Con este artilugio los añadidos quedan ocultos tras la nueva pared y el visitante ve el cuadro enmarcado tal como lo concibió Velázquez. La decisión es histórica porque nos permite contemplar la pureza y belleza original de la estética velazqueña -y debería de continuarse con el resto de obras del pintor que aún se exhiben con añadidos-, pero el tratamiento escogido para el marco no es el adecuado para una correcta lectura visual de la obra. El nuevo marco elegido es de casetta tradicional, sin tallas ni adornos, muy austero y sencillo, pintado de un tono gris oscuro y con pan dorado en el filete que toca el cuadro y en otra moldura intermedia junto al plano de la entrecalle. Las dos tiras doradas crean un barullo visual que mitiga el efecto ventana y propician una mala visión de la obra, muy confusa y enrevesada; impiden que la imagen respire como debiera para concentrar la atención en la profundidad de la escena. Al entrar en la sala se ve el marco, con sus dos franjas doradas, más que el cuadro, lo que unido a su insuficiente iluminación hace que la obra de Velázquez se contemple sucia y oscurecida, casi desaparecida. El marco está bien escogido pero su tratamiento no. Quizá se solucionaría eliminando una de las dos franjas doradas, la más exterior al cuadro, o dorando la totalidad del marco; así se garantizaría mejor el efecto ventana y el marco pasaría más desapercibido, concentrando la atención en la obra.

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