La otra 'música' del Auditorio

Las artes escénicas en general y su público en particular tienen que soportar toda la contaminación acústica que se produce

Aaron Green enumeraba las diez maneras de arruinar un concierto de música clásica: comer chucherías, toser, dormirse, llevar niños, gritar bravo en la actuación, cantar, entrar y salir, sacar fotos con flash y hacer ruido al pasar las páginas del programa.

En las diferentes críticas de los conciertos se omite, por prudencia de los críticos, el problema de las toses. La tos es una defensa del cuerpo humano. Sobre el "contagio" entre el público, se cree que puede tener cierto efecto.

Es un tema de educación o conocimiento. "A todos nos puede dar tos, pero se pone uno en la boca un pañuelo o la mano para amortiguar el ruido". "La gente no es consciente de lo que molesta", aseguramos, sin olvidar aún a una señora, con abanico, si no fuera por la cantidad de pulseras que entrechocaban una y otra vez en su muñeca al abanicarse. Desquiciante.

¿Qué hay que hacer ante esta plaga sonora? Educación y habituarse o conocimiento. Hay auditorios que en su programa de mano y bajo el título "El silencio es música", sugiere cinco consejos: 1.- Guardar silencio desde el momento en el que el director entra en escena. 2.- Desconectar móviles y alarmas de los relojes. 3.- No desenvolver caramelos, ni abrir y cerrar bolsos. 4.- Amortiguar las toses. 5.- No abandonar la localidad hasta que los músicos inicien su retirada del escenario o se enciendan las luces de sala. Además, el último aviso por megafonía, antes del comienzo de cada espectáculo pide por favor que se apeguen los móviles. Hace unos años, en las iglesias de una ciudad castellano-leonesa se colgaron carteles diciendo: "Para hablar con Dios no hace falta móvil".

El periodista y crítico Víctor Iriarte se inspiró en estos problemas para escribir la comedia ¡¡Chssssss!!, estrenada 2005 en el teatro Gayarre (Pamplona), y con el título Wheesht!!! en el teatro Oran Mór de Glasgow (Reino Unido). La obra se desarrollaba en un cine y cuenta el conflicto entre un cinéfilo y una pareja que a su lado comenta en voz alta la película. Finalmente el cinéfilo coge una pistola y los mata. Esta patética obra no deja de ser una ficción pero, hay quien se declara muy intransigente como espectador.

Las artes escénicas en general y su público en particular tienen que soportar toda la contaminación acústica que se produce. Es la "otra música" de los conciertos en el que tiene que prevalecer el más absoluto de los silencios.

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