Comunicación (im)pertinente

Francisco García Marcos

La prensa rosa y la 3ª república

Hubo un tiempo, no tan lejano, en que la prensa rosa era sinónimo de militancia monárquica, siempre afín al boato aristocrático. Aún resuena la estertórea indignación de Peñafiel, penando por la elección de una plebeya como esposa del futuro rey de España. No dejaba de ser una forma de certificar el viejo adagio británico, conforme al que no hay mayor apoyo al régimen de servidumbre que un buen lacayo. Sin embargo, algunas monarquías europeas se empecinaron en rendir contribuciones impagables a la humanización de la realeza. Hoy el ciudadano medio da por consabido que la sangre azul también produce alcohólicos, adúlteros, ladrones, pedófilos, traficantes, racistas o asesinos, florecidos todos al calor de una vida muelle y regalada. De manera que no es tan extraño sentirlos como una institución anaquélica e impropia del siglo XXI, un vestigio de un pasado añejo y mohoso. Estos días el divorcio de la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarín ha mostrado vivamente esa transición perceptiva y comunicativa en la sociedad española. Por un lado, la prensa monárquica ha intentado lavar sin disimulo la imagen de la hermana del rey. Desamparada y desterrada, ha recibido en pago por ello la traición de un marido desleal, por el que en otro tiempo llegó a sentarse en el banquillo de los acusados. Así han, cincelado una curiosa imagen simbiótica, mitad aristócrata víctima de un plebeyo, mitad mujer maltratada, al menos moralmente. No toda la prensa rosa esta vez ha cerrado filas en torno a ese discurso. Ha habido una parte significativa de ella con memoria, desde la que se ha elaborado un relato distinto. En esta ocasión se han recordado los múltiples episodios indecorosos de la Corona, con el patriarca a la cabeza, dando ejemplos nada edificantes. Sorprendentemente, también han sobrevolado ciertas dudas sobre las manos ocultas de Noos, la residencia londinense de doña Sofía, los devaneos silenciados de unos y otros. Tanto ha sido el revuelo que ha reaparecido el infatigable Peñafiel para tildar de "garañón" a Iñaki y, a renglón seguido, arremeter contra Letizia, contra la mojigatería verbal de la Casa real e, incluso, contra la reina Sofía, asida a la corona, más allá de los elefantes, las damiselas de vario pelaje y los oscuros negocios de su marido. El día menos pensado vemos al vate del periodismo monárquico blandiendo una tricolor. Los tiempos parecen estar cambiando irremisiblemente, hasta para la prensa rosa.

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