Estamos acostumbrados a que nos receten un fármaco cuyo contenido es de 20 o 30 comprimidos, cuando solo se van a administrar 10. Esto es una aberración sistemática, que en todo caso solo beneficia económicamente a los laboratorios médicos que tanto se han quejado. Creo que deben ser las Comunidades Autónomas las primeras interesadas en tratar de cortar este tipo de arbitrariedades. Es raro el domicilio donde no hay un cajón o un armario donde estén ubicados los medicamentos, de los cuales muchos de ellos ya están caducados, y esperan ser tirados a la basura.

Amigo lector, debe saber que en España tenemos Sigre, éste es el acrónimo de Sistema Integrado de Gestión y Recogida de Envases. Desde hace unos pocos de años, están distribuidos por las oficinas de farmacia de nuestra capital, unos totem, papeleras acondicionadas o artilugios donde depositar las medicinas y sus envases para su reciclaje. Nunca tirarlos a la basura, ni por los inodoros. Los investigadores de este asunto dicen, “aunque el uso de productos farmacéuticos que trae enormes beneficios para la salud humana y animal, sus residuos han llevado a una mayor contaminación de los ecosistemas en todo el mundo”. Debe de haber más y nuevas investigaciones para limitar al máximo los impactos ecológicos, de estos residuos que llegan al medio ambiente a través de los desechos y aguas residuales.

Sigre España, está dirigida por Humberto Arnés, tras desempeñar durante años la dirección general de Farmaindustria, y que evidencia el compromiso medioambiental del sector farmacéutico. “Actualmente, destaca Arnés, gracias a la colaboración de la industria farmacéutica, distribuidores, oficinas de farmacia como “punto limpio de entrega” y los propios ciudadanos, Sigre ha situado a nuestro país como referente internacional en la recogida y reciclado de residuos de medicamentos, incluidos los envases, y de medidas preventivas para la sostenibilidad medioambiental”.

Inicialmente, para demostrar el uso indebido y derroche que se comete con el consumo de medicamentos, habría que cortar de raíz la barbaridad que supone el que cada hogar se mantenga un verdadero arsenal de productos farmacéuticos obtenidos gratuitamente o a bajo precio que solo han sido usados parcialmente y que languidecen esperando tristemente a que llegue su fecha de caducidad.