De norte al sur

Óscar Lezameta

La teta de la Estrada

LES supongo a estas horas hasta los mismísimos consensos de reportajes que les recuerdan lo jóvenes que éramos hace 30 años y lo mal que lo han aguantado nuestros cuerpos serranos. Ha bastado un número redondo en la celebración anual de la cosa constitucional, para que las mismas televisiones que nos sacuden mierda a raudales a nada que nos descuidamos, desempolven lo que siempre les sobra y lo mismo nos ponen el Tejerazo, que uno de Cuéntame. Vamos, que ya les vale.

Quiero dejar claro una cosilla, ahora que estamos cogiendo confianza: para mi la Transición, desde un punto de vista cultural, es una mierda de dimensiones descomunales. Vale que la peña se desmelenó, que dejó atrás cuatro décadas de Oproviosa y que hacía falta un meneo así para despertar al personal, pero de ahí, a estar orgulloso de ver a Almodóvar vestido de la mujer más fea que el universo haya conocido nunca, berrear aquello de "¡Quiero ser mamaaaaaaá!" va un abismo tíos. Y es que eso de la movida, no sé por el Foro, pero visto desde la distancia, era para mear y no echar gota. Películas infumables del tipo Vota a Gundisalvo, la mayor colección de ubres que se recuerda, de aquellas de por exigencias del guión: un payo le dice a una paya, "¿Cómo estás?"; "Muy bien", contesta la referida; el maromo, en un arranque de originalidad (muy común por aquellos años en el que era famoso el ¿estudias o trabajas? o ¿vienes mucho por aquí?) le contesta: "Eso ya se ve". Al segundo siguiente, la suprascripta le pega un pezonazo en tol ojo. O la que se organizó cuando Las Vulpes cantaron aquello de Quiero ser una zorra, o El libro rojo del cole, o las infumables películas que nos regalaban cineclubs (¡todavía estoy traumatizado con Hiroshima mon amour!) o el chachi colega, Paloma Chamorro, la pelma de la gallina Caponata, el Aplauso de José Luis Fradejas y demás fauna silvestre.

En el otro extremo de la balanza, la de moñas al poder, estaban los Mecano, el impagable Leif Garret (qué habrá sido de él) o los Pecos, una demostración palpable de que los años no se cuentan gratis, aunque algunos más que para otros, porque ver al moreno medio calvo y al rubio con cuarenta kilos de más, me hace que cada vez que me cruzo delante del espejo me diga, ¡joder tío, qué bueno estás!

Entre todas esas imágenes, hay una que ha quedado como ícono (que dicen los cursis) de ese periodo: es la imagen de una teta de Susana Estrada -una de las que más las mostraba, por otra parte- delante de la libidinosa mirada de Tierno Galván. La verdad es que la glándula mamaria había vivido mejores momentos. Bueno, pues eso es lo que, para algunos, fue la Transición. Una teta al aire. Olé sus huevos.

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