Comunicación (im)perinente

Francisco García Marcos

La traducción del lenguaje político

La comunicación de masas debería contener una cláusula de traducibilidad obligatoria

Algunos mensajes son inaccesibles, sencillamente por estar en lenguajes ajenos para la mayoría. La traducción consigue verterlos a otros asequibles, mediante los que llegan a nuevos receptores. Emilio Ortega Arjonilla, un auténtico emblema de la traductología, me enseñó hace muchos años que no solo se traduce de una lengua a otra. Este es, desde luego, el supuesto más habitual y conocido. Pero, además, también se traduce de un lenguaje a otro, incluso de una lengua a sí misma. Un diccionario normativo, por ejemplo, vierte cada término a su correspondiente extensión de significado. Asimismo, la versión cinematográfica de una novela transfiere un lenguaje (el narrativo) a otro (el fílmico).

La comunicación de masas debería contener una cláusula de traducibilidad obligatoria, capaz de esclarecer esos mensajes misteriosos e imprevistos que, de repente, brotan como un hongo y se instalan en el imaginario social. Quizá en ello resida un parámetro valioso para medir la salud democrática de una sociedad.

En la inmediatez de estos días, pienso en el anuncio sorpresivo de la tramitación de un indulto para los independentistas catalanes. Excuso entrar en el fondo de esa cuestión. Todo lo relacionado con el Procés me parece un despropósito sin excepciones, del que no eximo ni a unos ni a otros. Después de siglos de coexistencia dentro de un mismo estado, lo mínimo es que se hubieran sentado a dialogar algo.

No deja de sorprenderme, eso sí, la postura de Pedro Sánchez. En su día, su partido se sumó sin ambages al férreo hermetismo de Rajoy y terminó por apoyar la aplicación sin matices del famoso Artículo 155. También se desmarcó con firmeza de cualquier posible referéndum. Abrazó la bandera del españolismo en Cataluña junto a compañeros de viaje, cuando menos, ostensiblemente inopinados. Asistió impertérrito al proceloso juicio contra los líderes independentistas, recordando lo innegociable del respeto al imperio de la ley. Tuvo que lidiar contra una lamentable violencia extrema en las calles de Barcelona, convertido en el paradigma de las ofensas a Cataluña para el independentismo. Con ese historial, ahora renuncia a la coartada que le ofrece la negociación de los presupuestos y diluye la estricta observancia de las resoluciones judiciales. Sin más, se dispone a indultar a los mismos que el estado metió en la cárcel por considerarlos una grave amenaza para su integridad. ¿Alguien me lo puede traducir, por favor?

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