Dios, Patria y Rey

juan f. rojas

¿Dónde vas, asociación de vecinos?

Que no las contemplen como ramificaciones de los partidos políticos, sino como entidades independientes de la ciudad

Nuestro respeto por las asociaciones de vecinos, que ejercieron como uno de los grandes pilares de nuestra ciudad y resultaron ser una herramienta para hacer una labor trascendental en los tiempos en los que predominaba la figura del alcalde de barrio, designado por los ayuntamientos para ayudarles en los trámites con sus conciudadanos.

En cada barrio se decidió que era necesaria la unión en las tareas de desarrollo de la ciudad, para proponer ideas a los consistorios sobre las necesidades de sus zonas y defenderse de las decisiones que podían perjudicarles. Contaban con una carga social muy marcada, con reuniones en las que los miembros compartían ideas, ofrecían y pedían ayuda, daban consejos y tenían un espíritu libre de cualquier tendencia política, enfrentándose al ayuntamiento de turno sin importar el signo que tuviera. Era para los representantes municipales un 'mal molesto' pero muy necesario.

Ese espíritu ha ido variando por unos y otros. En el desarrollo de la actividad de estas entidades puede haberse introducido un componente político. Ahora es frecuente contemplar imágenes de alcaldes y concejales junto a los integrantes de las asociaciones para celebrar el inicio o la conclusión de una actuación. ¿Era habitual esto antes? Además, iniciativas para las que en la mayoría de las ocasiones no se tiene en cuenta su opinión, siendo quienes conocen mejor esas necesidades. En otras ocasiones el programa no es de su agrado y protestan, pero no suelen ser escuchados. Actualmente, el político contempla a los vecinos como parte de su equipo y esto se debe erradicar. Y si forman parte, que sea con total independencia.

Animo a estas asociaciones de vecinos, que son parte imprescindible de la vida de nuestra ciudad, a que recuperen su espíritu social. Aquella energía es hoy trascendental para que la capital prospere, pero además es necesaria la implicación y la inquietud de las nuevas generaciones. Recobrar aquel antiguo vigor e incluso beligerancia con la administración local, es imprescindible.

Hay que exigir a nuestros dirigentes que las relaciones con las asociaciones vecinales sean de otro modo. Que no las contemplen como ramificaciones de ellos, sino como entidades independientes y que recurran a ellas con mucha más frecuencia, siempre teniendo en cuenta sus verdaderas necesidades. Ojalá que no se repitan actuaciones de reciente actualidad.

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