Tribuna

José María Martínez de Haro

Escritor y periodista. Premio de Ciencias Sociales y Letras

¿ALGUIEN DIMITE?

¿ALGUIEN DIMITE? ¿ALGUIEN DIMITE?

¿ALGUIEN DIMITE?

Los españoles cumplimos ejemplarmente esta larga cuarentena, la más restrictiva y prolongada de Europa. Cuando comenzó el 14 de marzo nos informaron que en España habían fallecido 136 víctimas del Covid19 y se habían contagiado 5.753. Cuando escribo estas líneas, siete semanas de total aislamiento, los españoles fallecidos son 23.375 , pudieran ser muchos más, y los contagiados 208.389. En esta pesadilla de angustia y miedo los noticiarios nos informan de la cifra escalofriante de nuevos fallecimientos; 400 a 500 diarios. Estos son los hechos, la demoledora realidad.

Resulta preocupante el afán constante del Gobierno para no dar relevancia a los hechos, o minimizarlos. Para ello descalifican las informaciones que no emanan de "fuentes oficiales" o sea del propio Gobierno, activando técnicas de rastreado de opiniones críticas sobre los hechos. Y parece cierto que lo está logrando. El aparato de propaganda del Gobierno es muy potente y muy influyente en la mayoría de los medios de comunicación social. Pero algo más se hace evidente en estos últimos días. Mecanismos poco acordes con la democracia han logrado propagar la idea que la unidad de todos es la única forma de combatir este virus. Y esto encierra una gran parte de verdad, y otra parte sustancial de astucia política. La unidad en las decisiones políticas en todas las crisis se habrá de ganar proponiendo medidas razonables, equilibradas y que no atenten por tiempo impreciso contra las libertades constitucionales. No estamos en un estado de excepción sino de alarma y hay diferencias sustanciales. En ningún caso se puede pedir, exigir, que la oposición no haga oposición o que los medios informativos callen ante los daños irreparables que esta pandemia está dejando en España. Y hay datos imposibles de ocultar; en vidas humanas, el mayor porcentaje de víctimas del mundo por millón de habitantes, el impacto económico por la paralización de la actividad laboral como consecuencia de la extrema gravedad de la situación y el preocupante impacto en familias cuyas cifras se desconocen por ahora pero anuncian un futuro próximo de desgarro social.

Entre múltiples muestras de desconocimiento, abundantes errores y balbuceos del Ministro de Sanidad, a esta fecha y tras sucesivos aviso hace meses de la OMS y la UE, no ha logrado gestionar con eficacia la adquisición de los elementos de prevención y seguridad necesarios para enfermos y personal sanitario; insuficientes respiradores, mascarillas defectuosas, test de diagnóstico del virus ineficaces, contratos con empresas de dudosa respetabilidad, comisiones muy cuestionables,..etc. Ha sido según valoraciones de profesionales de la sanidad uno de los más siniestros portavoces del Comité Gestor de esta crisis. Y ahora en la séptima semana de pandemia y tras sonoros fracasos e imprudencias el Tribunal Supremo "exige" al Ministerio de Sanidad adoptar todas las medidas a su alcance para dotar de Equipos de Protección Individual (EPI) a los médicos. Así lo dice en la resolución del Magistrado D. Pablo Lucas Murillo de la Sala Segunda. Los magistrados afirman que es notorio que los profesionales de la salud no han contado con todos los elementos de protección necesarios para luchar contra el coronavirus en nuestro país. España tiene más de 31.000 sanitarios contagiados por el virus siendo el peor dato del mundo en número de contagios en el sector médico. Y esto es a resultas de la querella del Colegio Estatal de Sindicatos Médicos contra el Ministerio de Sanidad a la que se suma la querella del Consejo General de la Enfermería ante la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo contra este Ministerio de Sanidad y el Presidente del Gobierno por " un delito contra la seguridad de los trabajadores". Por tantas y escandalosas causas el Ministro de Sanidad debiera haber presentado ya su dimisión. En este caos ministerial cada día se conocen otros fallos imposibles de justificar; la compra de mascarillas que han resultado defectuosas. Y hoy mismo la devolución de 650.000 test ineficientes por los que el Ministro pagó 17 millones de euros con un precio del 350% por encima de precios de mercado. La consecuencia alarmante de esta catástrofe es que casi 47 millones de españoles estamos a la espera de poder salir de este encierro y para ello son necesarias unas pruebas con test eficientes a toda la población y así poder conformar un mapa epidemiológico. Sin estos datos fundamentales el llamado "desconfinamiento" no traería la seguridad mínima necesaria para salir de las casas según expertos de todo el mundo. Señalar que cuando en Alemania se están realizando 250.000 test diarios, Salvador Illa no ha sido capaz de responder cuantos test se están haciendo en España, porque ni lo sabe ni tampoco sabe cuando comenzaran estas pruebas masivas, su labor de tergiversación continúa. Ha desprestigiado el Ministerio de Sanidad y porque es totalmente incapaz como Ministro y será sin duda identificado como el peor que han conocido los siglos.

Y una pregunta retórica; ¿alguien puede imaginar cómo alzaría la voz Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados con mandíbula apretada, señalando y exigiendo la inmediata dimisión del un Gobierno del PP que hubiera gestionado la pandemia aunque fuera con solo la mitad de estos resultados de víctimas mortales?. No hace tantos años, cuando un perro hubo de ser sacrificado por el Ébola, el joven Sánchez casi se descoyunta clamando contra Mariano Rajoy y la Ministra de Sanidad, Ana Mato y exigiendo la dimisión inmediata. Ahora son casi 24.000 españoles fallecidos por el virus. Y según aquel argumento de Pedro Sánchez como líder de la oposición ¿cuál sería ahora la proporción aplicable y exigible al Gobierno de Pedro Sánchez, más allá de su dimisión, por situar a España como la primera morgue mundial por el virus ?.

Con todo, es imaginable que la voluntad del Gobierno de España y sus asesores técnicos fuera contener con las menores consecuencias la expansión de este virus letal, pero los hechos, el dolor y la angustia que cubren a España señalan que no lo ha logrado y el resultado es un luto nacional que aumenta diariamente. Poca duda ofrece la gestión gubernamental técnica y política y se ha creado un estado de miedo profundo, confusión y desconcierto sobre el presente y el futuro. La dimisión sería la única manera de acabar con esta pesadilla porque junto el miedo a este virus letal ya ha arraigado el miedo a este Gobierno desbordado. La dimisión es una muestra habitual de salud democrática ¿Alguien está dispuesto a dimitir?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios