Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

Apaciguar a la fiera

La geografía es mucha geografía. Sentir la amenaza de cerca aviva la determinación de los pueblos por sobrevivir

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Apaciguar a la fiera

Een los preludios de la Segunda Guerra Mundial, el Primer Ministro del Reino Unido, Chamberlain, se empeñó en la "política de apaciguamiento", acordar con un seguro enemigo cualquier cosa con tal de evitar la guerra. En términos coloquiales: apaciguar a la fiera. El resultado de esa actitud quedó a la vista: Hitler se llevó por delante todo lo que pudo en Europa. La probabilidad de que la historia se repita, en esos mismos términos, es escasa. Cambiaron muchas cosas. Sin embargo, perdurarán las enseñanzas. La más contundente: Nada calma a un enemigo declarado. Con todo, hay que evitar una falsa extrapolación de lo aprendido. Encajar el presente en la horma del pasado con todo detalle es, además de difícil faena, tarea imposible. Por contra, bueno es determinar qué cambió con los años y tratar de identificar las fieras de hoy.

Los cambios más significativos vivieron con la globalización. Los adjetivos para definir sus facetas los pueden poner ustedes. Al fin y al cabo el fenómeno se ve de diferente manera según la profesión que se ejerce, el lugar donde se vive, la educación que se tiene, la orientación política que se elige, los medios de comunicación de que se dispone,… y mil cosas más. Tratar de analizarlo todo en menos de dos folios es utópico. Sin embargo si es posible llamar la atención sobre lo más destacado.

La globalización, por paradójico que parezca, trajo el fin de las guerras mundiales, tal y como se conocieron, y el comienzo de las crisis continuas, tal y como las vivimos. Ayer, los conflictos globales nacían con explicitas declaraciones de guerra donde se identificaba claramente al enemigo. Un adversario al que ya se le veía venir y al que, como Chamberlain, algunos trataban de contener sus permanentes agresiones con continuas cesiones. Fue necesario ver la barbarie del nazismo durante una década y del comunismo en siete, para darse cuenta del efecto devastador que produjo ese nacionalismo excluyente y tal ideología dictatorial.

La geografía es mucha geografía. Sentir la amenaza de cerca aviva la determinación de los pueblos por sobrevivir. ¡Que se lo digan a los pueblos invadidos de Europa! Pero también lo hace la actitud de sus líderes. Así, en los años cuarenta, se entiende la obstinación británica, bueno, de Churchill, por acabar con el nazismo que tenía tan cerca y la actitud estadounidense, bueno, de Roosevelt, Truman y Eisenhower, por aceptar el estalinismo que les pillaba más lejos. Hizo falta un muro en Berlín y la instalación de misiles en territorio cubano en los años sesenta para que la política estadounidense, bueno, de

Kennedy, se percatara de que de nada era suficiente para apaciguar al oso comunista. Pero se necesitó la "churchiliana" determinación de Reagan, ¿o sería de Thatcher?, en los ochenta, para "poner pie en pared" y completar el proceso: derrotar al comunismo en su propio territorio, Rusia, y liberar a los países del Este de Europa.

¡Sí! Las cosas cambiaron. También los métodos. Hoy se gestionan crisis, vislumbres de guerras o conatos de conflictos pero con una diferencia: al enemigo nunca se le ve venir, surge de pronto. La fiera se mimetiza entre los corderos. Sin embargo, sea por la educación en "la verdad os hará libres" o la libertad de pensamiento y la sinceridad al hablar imbuida por los años, siempre se encuentra algo permanente, veraz y útil en la historia pasada para detectar a la alimaña del presente.

Así pues, por lo dicho, las fieras del pasado de la historia universal que, con el margen racional que merece, encajan en el relato del presente nacional son algo aparentemente desaparecido y condenado en Europa: el nazismo y el comunismo; que parecen renacer en el parque político español tras camuflarse durante años en el paisaje y el paisanaje. Baste mirar el soterrado nacionalismo excluyente instalado en las administraciones públicas, en forma de localismos, y la impuesta ideología dictatorial, encapsulada por el retro-comunismo en doctrinas de género, desprecio a la vida, ataque a la propiedad privada, confinamiento de la libertad de prensa, y un largo etcétera. Ya se ve que años de política de apaciguamiento de nada sirvió para calmar sus insufribles e interminables exigencias.

Leído lo escrito, por seguir la lección de la historia, defiendo la idea de alejarse de esas fieras que, con sus continuos zarpazos, devastan nuestras vidas.

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