Tribuna

Almirante retirado

Aproximaciones sucesivas

En las escuelas de Estado Mayor se enseña la resolución de problemas con un método cartesiano, ese que despieza sus componentes, analiza dónde se genera el error y lo corrige

Aproximaciones sucesivas Aproximaciones sucesivas

Aproximaciones sucesivas

Del juicio crítico de las operaciones nacen las enseñanzas para afrontar futuras contiendas. La evacuación de no-combatientes (NEOs en el mar de siglas del argot militar) de Afganistán será una de ellas. Con toda seguridad la analizan ya los centros de estudio de las Fuerzas Armadas, con enorme probabilidad los foros de pensamiento estratégico de universidades e institutos y con sesgada utilidad el mundo de la imagen pública.

Tengo el convencimiento de que, desde los primeros momentos, hubo un informe de primeras impresiones del Comandante del Mando de Operaciones encima de la mesa de Jefe de Estado Mayor de la Defensa, el almirante López Calderón, como también asumo con certeza que las unidades participantes pusieron al día sus procedimientos con los primeros resultados. En esto de las operaciones, esperar es dar ventaja al enemigo. Hay que maniobrar para mantener la delantera si se quiere vencer.

Con la misma presunción de seguridad, y para dejar las cosas en su lugar, entiendo la insatisfacción del soldado si alguien se quedó atrás. Un sentimiento de dolor por el sufrimiento humano, innato en el militar que participa en un conflicto, tan natural como el desprecio por el malestar propio. Esa sensación de congoja por lo ajeno se acrecienta, hasta la rabia, cuando la complacencia magnifica nimiedades innecesarias y minimiza contribuciones esenciales.

En las escuelas de Estado Mayor se enseña la resolución de problemas con un método cartesiano, ese que, definido el problema, despieza sus componentes, analiza donde se genera el error y lo corrige. Una técnica muy afín a las matemáticas (¡las imprescindibles matemáticas!), esa ciencia exacta que hoy apartan de los planes de estudios para dar cabida a otras inexactas y subjetivas pero que permiten imponer medias mentiras o verdades a medias como certezas y dogmas. Eso que, traducido a la vida de cada día, es lo "políticamente correcto" por más que sea "socialmente insufrible".

Frente a la lógica de Descartes, donde filosofía, matemáticas y física forman un todo para dar con una solución objetiva, hoy se presentan otros métodos de resolución que llegaron del mundo sajón. El "Top-Down Aproach" y el "Bottom-up Review" que, traducidas al bello lenguaje castellano adoptado por el habla española, serían las aproximaciones de mayor a menor y de menor a mayor, respectivamente. Estas técnicas importadas tratan de converger a mitad de camino entre lo grande y lo chico, lo cierto y lo dudoso, para satisfacer a todos, aunque el lugar de llegada esté lejos de la verdad.

Y entre lo cartesiano y lo aproximado hay un vacío existencial. Si se me permite una jocosa comparación diría que es dar a la pregunta concreta de ¿cuánto cuesta el kilo de merluza? la contestación ambigua de "aproximadamente bastante". Reconozco que en la milicia se prefieren respuestas concretas porque las relativas se consideran producto de la ignorancia o de la falta de valor para reconocerla. No obstante, y a favor del más o menos, las contestaciones relativas muestran capacidad política para superar, de momento, trances complicados. Esto se aprende cuando se trabaja a caballo entre la milicia y la política, como les sucede a muchos oficiales generales de las fuerzas armadas de todo el mundo. Hay que aceptar que es así, pero se sabe distinguir una y otra forma de contestar.

Un hoy general de Ejército, además de doctorando en Ciencias Políticas, contaba de sus experiencias como mediador entre milicias y políticos, en países hispanoamericanos durante los años noventa, que era más fácil poner de acuerdo a soldados enfrentados sobre el terreno que a los políticos discrepantes en una mesa de negociación. Así que era mejor empezar por quienes sufren palpablemente la presión del combate y alejarse de quienes imponen insensiblemente ideologías. Cerrar los asuntos de abajo arriba, como se hace con una cremallera.

Y por cerrar lo de Afganistán con el mismo método de aproximaciones sucesivas hay que reconocer explícitamente el valor a quienes fueron al infierno de Kabul porque arriesgaron sus vidas, felicitar el buen hacer de quienes planearon las operaciones porque acertaron con su diseño y mostrar complacencia con quienes, desde la seguridad que proporciona estar en casa, apoyaron todo lo que se hizo después aquí. A cada cual lo que le corresponde. Equidad, porque la igualdad en estos casos resulta injusta.

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