José María Martínez De Haro

CHAMANES Y MERCADERES

La tribuna

CHAMANES Y MERCADERES
CHAMANES Y MERCADERES

28 de mayo 2023 - 00:00

Hay algo de primitivismo en la política española. Puede que tenga que ver con el carácter tan meridional, apasionado, y escasamente práctico como nos definía Bismarck. Lo que se traduce en decisiones colectivas influidas por la emotividad, por repulsa o rabia. Y como se acaba de conocer en estas fechas, por intereses espurios tan perjudiciales a la salud democrática.

Los avances culturales, sociales y económicos apenas han influido al punto de variar esta característica hispana. En pleno siglo XXI el análisis de las últimas elecciones señala la influencia del factor hispano/siciliano que se puede apreciar con claridad en ayuntamientos, comunidades y en las más recientes elecciones generales. Los dirigentes políticos se dirigen a las pasiones que invaden la razón rebuscando a veces en lo más recóndito y haciendo más vulnerable la decisión de los votantes menos informados. Esto lo practican los partidos políticos que han logrado alcanzar mayorías de gobierno, algunos con singular maestría y descaro desbordando todas las artimañas hasta traspasar la lineras de la ética, la dignidad incluso la legalidad administrativa y del código penal sin demasiadas consecuencias. La mayoría de las veces ninguna. No obstante, nadie hubiera podido imaginar la degeneración y amoralidad que hoy empaña nuestra democracia anegada de corrupción amparada de una u otra forma por los propios dirigentes, algunos capaces de reformar las leyes en su beneficio personal y político.

Cuando lean estas líneas ya se habrán abierto los colegios electorales, esta noche se conocerán resultados provisionales. Lamento no haber escuchado en la larga y agresiva campaña electoral algún mensaje sobre civismo, tolerancia y respeto, bases ineludibles de una democracia. Desde hace años, nuevas generaciones ejercen la política como única profesión. Obediencia ciega, perseverancia y mucho estómago. Salvo honorables vocaciones, las muy numerosas filas de políticos viven de esta profesión, se trata de “situarse” y mantenerse tantas veces recurriendo con especial énfasis a la mentira y otras tantas al delito. Mienten con firmeza, mirando a los ojos, elevando la frente. Y mienten porque no tienen discurso que pueda asumir la verdad. Mintiendo son más creíbles. Es cierto que la mentira desde antiguo se usa como herramienta política, ahora se ha elevado a la esencia misma del mensaje, al núcleo de algunos programas y promesas electorales. Como consecuencia de ello la trasformación de la sociedad a través de la propaganda y la mentira avanza hacia la radicalización y la corrupción de la sociedad con un lenguaje diseñado como herramienta donde cabe todo. George Orwell nos lo explicó certeramente;” el lenguaje diseñado para hacer que las mentiras suenen a verdad y el asesinato parezca respetable y así dar apariencia de solidez lo que es solo humo “. Ese pronóstico es fácilmente reconocible en estos días de derrotas y triunfos electorales. Las mentiras se han adueñado del espacio político, los asesinatos se revisten de ”legalidad” fáctica en transformismo de aparente respetabilidad por circunstancias de rentabilidad política. La solidez del edificio donde se creyeron a salvo los más alegres y confiados votantes comienza a resquebrajarse dejando abiertas algunas dudas sobre el futuro.

Y si las mentiras no fueran suficientes para el “sagrado” objetivo de ganar las elecciones, quedan las artes ocultas donde afloran lo peor de la naturaleza humana. La corrupción, el fraude, el delito, la burda manipulación de los fundamentos de la democracia. Estas elecciones han mostrado la cara más sórdida de la política; la compra de votos para beneficio del partido y de candidatos corruptos. Desde que se conoció el caso de Melilla los escándalos de compra de votos han salpicado la geografía española creando un ambiente tóxico que ha derrumbado la credibilidad sobre las virtudes de la política al servicio del bien común. Un daño grave de difícil reparación por cuanto algunos de estos casos parecen instrumentados desde las cúpulas partidistas, singularmente de uno que señalan los medios informativos. La debida presunción de inocencia de imputados e investigados no elude un análisis sobre la extensión de tantos casos de corrupción política en estas elecciones. Y ello al margen de las conclusiones de las investigaciones policiales a la espera del pronunciamiento de los tribunales de justicia. La opinión pública muestra desprecio hacia estas prácticas corrosivas y de hartazgo ante estos espectáculos tercermundistas que empañan la imagen de España y de su democracia y que arroja toneladas de vergüenza a la cara de millones de votantes.

Según expertos juristas estas tramas corruptas han podido realizarse por ausencia de rigor en los mecanismos que regulan el voto por correo. El Tribunal Supremo ya advirtió hace dos años sobre las lagunas del voto por correo que lo hace fácilmente manipulable porque el votante no tiene que entregar personalmente la papeleta del voto en Correos identificándose con el DNI , y por ello lo puede hacer otra persona. Eso lo saben los políticos corruptos y queda manifiesto que algunos se aprovechan de esta rendija legal para sus componendas delictivas. En esta práctica de mercadeo por lo general se suelen dirigir a la población más vulnerable, la más necesitada económicamente, entre ellos la población inmigrante empadronada en los ayuntamientos sin demasiados requisitos administrativos. Y quedan unos apuntes finales; ¿Qué impulso mueve a algunos políticos a delinquir comprando votos? No parece que sea una muestra irrenunciable de “vocación al servicio del bienestar de los ciudadanos”. Mas bien serían otros intereses poco confesables que pueden imaginar los lectores más sagaces. Y otra pregunta; ¿Qué ocurre con quienes voluntariamente han vendido su voto participando en la corrupción? No he leído alguna referencia al respecto aunque según la ley la corresponsabilidad del delito electoral habría de recaer en las dos partes de la compraventa y algunos nombres podrían identificarse en las pruebas requisadas. En todos estos escándalos hay quienes relacionan suspicazmente estas oleadas de corrupción electoral con las rebajas de penas al delito de corrupción que ha promovido el PSOE mediante reciente reforma del código penal.

Los partidos políticos cuyas siglas han sido señaladas en los medios informativos habrían de esclarecer responsabilidades presuntas actuando mediante las querellas correspondientes contra los autores de delitos electorales y sus cómplices. A estas alturas de la vergüenza pública los expedientes de expulsión aparentan simples cortinas de humo que oculten la suciedad. “Se trata de regenerar la política española” en palabras del actual presidente del gobierno cuando finalmente logró alcanzar el poder. Los dirigentes de estos partidos habrían de promover en consenso una reforma urgente de actual Ley Electoral que pueda garantizar plenamente la pulcritud de las elecciones.

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