Tribuna

manuel peñalver

Catedrático de Lengua Española de la Universidad

Carta a inés arrimadas

Carta a inés arrimadas Carta a inés arrimadas

Carta a inés arrimadas / efe

Querida INÉS: con el azul velazqueño del mar, comienzo a escribir la carta. En lugar del portátil, cojo una pluma y unas cuartillas en blanco. En austera soledad, saboreo una taza de café. No sé bien cuántas cartas literarias he leído para escribir esta. Pero reconozco, con la sinceridad que sale del alma, que mi pluma es humilde. Mi periodismo de ochocientas palabras es otro, por mucho que mis ejemplos eminentes sean Larra y Camba, Ruano y Umbral. Encima de la mesa, en su laberinto proustiano, tengo El escritor gonzo. Cartas de aprendizaje y madurez de Hunter S. Thompson. La historia de la epistolografía mora más allá de la literatura. La Epístola a los Pisones de Horacio, las Heroidas de Ovidio, las cartas de Cicerón, Séneca, Plinio el Joven y Pablo de Tarso definen el mundo clásico en su incesante mar.

A las Cartas a los más ilustres varones de la antigüedad de Petrarca las buscan los años en su leyenda. La Epístola a Boscán de Garcilaso y la Epístola moral a Fabio de Andrés Fernández de Andrada son páginas inseparables que entretejen el recuerdo. Un siglo que espera en un lugar que nombra caligrafió en sus páginas miríficas las Cartas filosóficas de Voltaire, las Cartas persas de Montesquieu, las Cartas marruecas de Cadalso y las Cartas eruditas y curiosas de Feijoo. Pero yo quería llegar a La incógnita de Pérez Galdós, Desde mi celda. Cartas literarias de Bécquer y a los ocho volúmenes que Castalia ha editado con 3803 cartas de Juan Valera. Al novelista canario, al poeta sevillano y al polígrafo cordobés debo, pues, el empeño en escribirte en esta modalidad inagotable y pura como una lágrima que, al invocarla, acude. Aun recordando, además, Carta de una desconocida de Stefan Zweig, Paradero desconocido de Kresmann Taylor, 84. Charing Cros Road de Helene Hanff y otras cartas de Hemingway, Plath, César Vallejo, García Lorca y Faulkner, que recobran su esperado y debido lugar en ese presente donde converge el ayer.

Comento con tres grandes amigos jiennenses, Daniel Contreras González, Santiago López Navas y Rafael Muñoz Castillo, que siguen, en la literalidad de los instantes, esta tribuna, que el insulto, la insidia y la calumnia no deberían volar, como palomas envenenadas, por los cielos de la existencia, ni tampoco por los de la política de este siglo XXI. Todos los demócratas y todas las demócratas de esta nación repudiamos y desdeñamos los insultos a ti dirigidos. Quienes actúan de forma tan aviesa ignoran que el Atlántico te convirtió en diosa en el amanecer de la playa de la Caleta, donde eternizan la letra de Antonio Burgos y la voz de Carlos Cano: «Y verán que no exagero si al cantar la habanera repito: La Habana es Cádiz con más negritos, Cádiz, La Habana con más salero». Decirte con la lengua viperina de las víboras y áspides, que, junto con los crótalos, forman la familia de los vipéridos: «Mala puta» o «la andaluza», es un ultraje, un vituperio y una injuria. Estos hechos criminales atormentan e indignan a todas las mujeres y hombres andaluces y españoles, quienes devuelven el silencio hasta el fin de los mares, como avivan los versos universales de José Antonio Santano y los poemas de la luz primera del día, que refulgen como rimas hegelianas en la casa de la Almedina de Alfonso Berlanga.

Las invectivas, en su soez atrevimiento, desconocen que eres tan Penélope como Penélope y tan Indira Gandhi como Indira Gandhi en los momentos difíciles. Los dicterios son el arma arrojadiza, la puñalada por la espalda y el tiro en la nuca de reptiles, hienas y ratas, que solo se sienten seguros en las aguas turbulentas, fecales y excrementicias del mar proceloso y cainita del resentimiento. Admirada Inés, conocemos tu heroicidad y tus valores de mujer para la historia.

Los que somos románticos y le hemos escrito a la dama de nuestros amores con un gin de lágrimas en una mano y un cigarrillo, como Humphrey Bogart, en la otra, percibimos que tu mirada es el infinito mundo becqueriano que siembra la vida de esperanza. Leyendo a Fígaro, sentimos en nuestros corazones esproncedianos que no sabemos si admirar más tu ética o tu estética, tu valentía o tu lealtad.

O esos ojos que son tuyos en el límpido fuego misterioso que Rubens hubiera pintado en el cierto instante que nunca olvidamos. Ni siquiera, con los relojes de la medianoche oyendo el tictac de las horas. Ya quedan pocos caracteres para terminar el artículo. Tu serenidad navega firme en los mares de Ulises. Tu nombre emerge en la larga aventura de la historia. La tarde, incorruptible como tú, no tiene fin. María José sonríe a las palabras. Yo, entre el alba y la noche, siento, Inés, que pareces Gal Gadot. Siendo tú misma.

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