Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

Contraste de calidad

Hay felicitaciones que por su sinceridad y rectitud son un regalo porque llenan el alma de satisfacción y tranquilidad. El mensaje real lo fue

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Contraste de calidad

Recordar lo que nunca se vivió es el arte de fantasear. La memoria se encarga de guardar solamente acontecimientos singulares por más que lo haga con ciertas desviaciones o, en ocasiones, los mezcle con otras cosas que, para nada, vienen al caso. A tenor de lo que hoy se lee o se oye, sin escuchar mucho, parece que, en estos tiempos, se fantasea más que se rememora. Tanto, tanto, que se confunde la realidad con la ficción por momentos. Los hechos pasan inadvertidos y las invenciones cobran cuerpo. Así que, para este menester de contar algo real por verdadero, tiro de agenda y de lectura sosegada para evitar el extravío de la memoria y mucho más alejarme del desvarío de la fantasía, eso de creer que las cosas fueron como quise que fueran y distinta a cómo sucedieron.

En estos días de encierro, nada forzado, todo lo contrario, agradecido por el cobijo que proporciona la casa familiar ante la descomunal nevada que se nos vino encima durante este fin de semana, me hice con suficiente lectura para llenar la ausencia de hijos, nietos y sobrevenidos, como diría un catalán en catalán. Porque, aunque algunos lo prohíban con furor administrativo, se echa de menos a gente próxima de esas otras familias que, sin vínculo de sangre, sirven para apuntalar una sociedad. Esas que se forman con gentes de la misma profesión, por la proximidad geográfica o por creencias comunes.

Tanta clasificación y tanta compartimentación ayuda a la quiebra social. Tanta separación en clases, castas o como quiera que se le denominen, ayuda a quienes creen que se avanza a costa de peleas o luchas entre ellas. Una doctrina que se vino abajo hace veinte años y dejó al descubierto un modo de vida cruel y sectario que se propagó durante setenta años en el siglo XX. Ese mismo sistema antisistema que proporcionaba, y aún proporciona, bienestar a la "Nomenklatura" a costa del malestar de los demás. Será por eso de abrir tantos apartijos que aumentó el número de quienes arrinconan a los otros, con sus imposiciones, y tratan de romper los lazos de unión que ligan una sociedad como un todo: las instituciones. Tantas clasificaciones se me antojan contrarias a lo acordado por los españoles hace más de cuarenta años cuando se aceptó que nadie se vería separado de los demás por razón de sexo, opinión, religión, etc. En el fondo, tanta discriminación suena a una forma post-moderna de aplicar el refrán español de "divide y vencerás" y que en lo profundo de su maldad esconde una debilidad moral detrás de una cínica igualdad.

Cuando se expande el uso del léxico militar en la sociedad con expresiones coloquiales para definir situaciones de emergencia, ya sea sanitaria o meteorológica, como "lucha contra la pandemia" o "hacer frente a las nevadas", sería lógico pensar que se utilizaran también otros vocablos castrenses para entender lo que sucede o unos valores militares para buscar soluciones a los problemas que se presentan. Cosas como la sencillez en el planeamiento y la acción conjunta en la ejecución, por ejemplo. La sencillez con la que se dan las órdenes y se reciben las novedades, esa cualidad que evita el uso continuado de adjetivos para clasificar lo que resulta innecesario catalogar y que, a diferencia de la milicia, encubre en la vida política el deseo de marginar con un sambenito a unos de otros. O la acción conjunta, esa forma de enfocar el trabajo de los miembros de un equipo hacia un objetivo común.

Así, la separación forzada de los españoles en ficticios grupúsculos, la indefinición de un objetivo común para la sociedad y el abandono del apoyo mutuo para dar entrada a una permanente competición sectaria, se vieron cara a cara esta semana con la coherencia intelectual, la igualdad de trato, la sencillez de planteamientos, el respeto institucional y el compromiso personal con un objetivo común de la felicitación de S.M. el Rey a los militares españoles durante la Pascua Militar. Hay felicitaciones que por su sinceridad y rectitud son un regalo porque llenan el alma de satisfacción y tranquilidad. El mensaje real lo fue. Renovó el prestigio de ser militar porque rezumaba valores con los que se defiende a España y a su Constitución cada día. Un contraste de calidad con otras manifestaciones y actitudes de quienes en lugar de proteger el prestigio de las instituciones tratan de apropiarse de él.

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