Tribuna

Manuel Peñalver

Catedrático de Lengua Española de la Universidad de Almería

Pablo Iglesias se ha cortado la coleta

Como estrella (ahora, apagada) de la política, despierta el amor o el odio; mas lo que no se le puede reprochar es que se haya agarrado al escaño o al sillón del cargo, como tantos otros

Pablo Iglesias se ha cortado la coleta Pablo Iglesias se ha cortado la coleta

Pablo Iglesias se ha cortado la coleta

María Jesús Montero, cincuenta años, para arriba, sesenta, para abajo, trianera y sevillana, tropieza, alguna vez que otra, por los caminos de la sintaxis y asusta a la semántica con los desafíos a la concordancia y al régimen de la gramática nebrisense. Pero, salerosa y ocurrente, otras, dice lo que piensa, como si hubiera leído a Quevedo en una nota a pie de página de sus folios de portavoz, sin gafas y con escote. Y, así, hilando fino como Las hilanderas (o La fábula de Aracne) de Velázquez, ha aseverado con ortología de arte y ¡olé! en los micrófonos de la SER sobre el corte de la coleta de Iglesias Turrión, don Pablo: «Me gusta más sin coleta; y el Gobierno, como está». Habrá pensado doña Marisu que para coletas, las de Pepe Luis Vázquez, Manolo Vázquez, Bienvenida, Antoñete, Ordóñez, Paco Camino, Diego Valor, el Faraón de Camas, Espartaco o Morante. Pablo, que no ama el toreo, sino todo lo contrario, habrá escuchado con chiste y medio el piropo; mas no guardará en los bolsillos de su chaquetilla lo que ha dicho, sin decir, ¡que para este menester está la ironía en los anaqueles!, sobre el Ejecutivo. La ministra portavoz no tiene métrica, pero sabe que, si no se cuidan las palabras, se las lleva el viento y revelan lo que, tal vez, no quisieron expresar cuando las echamos a andar. Lo que le ha faltado a Marisu ha sido decirle al ex vicepresidente segundo de Derechos Sociales y la Agenda 2030, entre interjecciones y suspiros, lo inesperado: «¡Torero, torero, torero!». Tres veces, por lo menos, antes de que los gallos canten. Don Pablo, pues, ya no es el Coletas, sino un ciudadano de a pie, que se buscará la vida para pagar las letras de su casa de Galapagar. Tres retoños exigen mucho esfuerzo y dedicación. Y elevados ingresos. ¿Dónde estará su porvenir? Roures y Mediapro tienen la palabra y el dinero. Como estrella (ahora, apagada) de la política, despierta el amor o el odio; mas lo que no se le puede reprochar es que se haya agarrado al escaño o al sillón del cargo, como tantos otros. Por ejemplo, Melibea Arrimadas, que permanecerá hasta que firme el acta de defunción de su partido. El señor Turrión pensará en los pretéritos veni, vidi, vici, como Julio César, después de la batalla de Zela. Se fue, de un día, para otro, sin dar muchas explicaciones y sin haber envejecido ante el espejo de la carrera de San Jerónimo: coche oficial y escoltas. La vida da muchas vueltas y hasta es posible que lo veamos en las Ventas, con un sombrero cordobés, como el que llevaban Manolete y Juanito Valderrama, y un puro, aplaudiendo a Morante de la Puebla, al torear a la verónica, y sacar el pañuelo, de color blanco, para pedirle las orejas, una tarde de mayo.

Las cadencias y las metáforas del tiempo se prolongan hasta lo infinito, sin que el mundo se sorprenda por otra cosa que no sea la existencia que la filosofía interpreta en su fugacidad. Iglesias adivina que todo es teatro y que la cámara oculta un poder que él creía conocer y que, al fin, ignora. Sin embargo, también se percata de que, para exponerse ante una audiencia, hace falta ser actor como Herrera o Alsina, o quizá como Jordi Évole, a quien imagina entre la prosa y el verso. Si se va a dedicar a ese oficio llamado periodismo, debe rescatar la verdad de Bradlee y ver (o, en su caso, volver a ver) la película, dirigida por Richard Brooks y protagonizada por Humphrey Bogart, El cuarto poder. Cuando el New York Day va a ser vendido y, de esta forma, los nuevos propietarios tengan las manos libres para venderlo, Hutcheson, el editor, decide publicar un asunto turbio relacionado con un jefe de la mafia. ¿Será Pablo Iglesias un referente del mencionado director o, por el contrario, un selfi del márquetin bien pagado, con traje, camisa, corbata, zapatos y calcetines de las marcas, que llaman a las puertas de los ejecutivos? Por lo pronto, se ha cortado la coleta. Veremos lo que viene después. El cuarto poder lo espera, sin ser Humphrey Bogart. Y, menos aún, Orson Welles.

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