Tribuna

mANUEL pEÑALVER

Catedrático de Lengua Española de la Universidad

Una antología para la Historia

José Antonio Santano y Alfonso Berlanga han cumplido lo que nos dijeron un ayer que vuelve como una carta llena de verdades

Una antología para la Historia Una antología para la Historia

Una antología para la Historia

José Antonio Santano y Alfonso Berlanga o Alfonso Berlanga y José Antonio Santana son dos poetas excepcionales que inmortalizan la literatura cada vez que escriben. Leerlos, en profundidad, es adentrarse en el universo de la creatividad, donde los clásicos y las vanguardias se funden en la inspiración de unos hipertextos, bruñidos en las hermosas sílabas de un estilo que ilumina la luz. Sus nombres son imprescindibles en la historia de la literatura española. Lo digo con la convicción que nace de una lectura en el estado zen de la reflexión; justamente, en el momento en el que los instantes dejan su huella en la odisea de unos poemarios que se elevan para definir el silencio con la voz de la soledad. Los dos ilustres y eximios escritores han presentado en letras, como las de la imprenta de Ibarra, en la edición del Quijote de mil setecientos ochenta, una antología de la poesía iberoamericana actual para la historia: aquella que cree en la sublimidad de las obras que, por sí mismas, son el mejor silogismo de la literatura. Y, más aún, en la hora en la cual la poesía es como un espejo en el que se reflejan los versos de Silvya Plath y Ted Hugues, mientras recitamos en jeans y camisa los poemas de Ana Merino.

He leído esta antología con dilecta entrega en la meditación de los colores que el atardecer tiene entre las casas de la almedina y la alcazaba. Los poemas reunidos en las quinientas setenta páginas son miradores por donde los sintagmas de la libertad se convierten en las metáforas de un nuevo destino. Navegando por un mar de recuerdos y memoria, he descubierto que esta poesía es la verdad en la que siempre creí, una vez que percibí la mentira y la impostura de la otra lírica: aquella que se edita y publica por indicación del dedo prestigitador de los que lamen el tafanario del poder: gobierne la derecha o gobierne la izquierda. Por ello, este homenaje a la auténtica poesía es un grito por el que la esperanza se asoma a la celosía, por donde Berlanga y Santano nos hacen partícipes de un concepto, hasta ahora inédito: el pensamiento que nos hace sincerarnos entre el tiempo proustiano y brechtiano; nerudiano o borgeano. Descubiertos, en la suave brisa de este mar, los versos de sublimes poetas (hombres y mujeres), el lector entenderá, por sí mismo, cómo la literatura no comienza y acaba en los nombres de los que quieren hacernos creer, emulando a Luis XIV, el rey Sol, que la literatura son ellos y solamente ellos. Santano y Berlanga, como escritores, que navegan, contra el viento y la marea, han hecho posible esta antología, la cual supone una aventura infinita en los fonemas de la expresión, que alza su vuelo. Recreando la maravillosa melodía de una canción rebelde e independiente, estos poemas aniquilan el argumento maquiavélico de lo que no es sino fatuidad y engreimiento. Berlanga y Santano caligrafían, así, para los lectores el excelso razonamiento de René de Chateaubriand: «El escritor original no es aquel que no imita a nadie, sino aquel a quien nadie puede imitar» y aquel otro de Ernesto Sábato: «La literatura no es un pasatiempo ni una evasión, sino una forma, quizá la más completa y profunda, de examinar la condición humana». Ambos creyeron siempre en la sabiduría de aquel fragmento de Vargas Llosa: «Si en nuestra época es raro que se emprendan aventuras literarias tan osadas como las de Joyce, Virginia Woolf, Rilke o Borges no es solamente en razón de los escritores; lo es, también, porque la cultura en la que vivimos inmersos no propicia, más bien desalienta, esos esfuerzos denodados que culminan en obras que exigen del lector una concentración intelectual casi tan intensa como la que las hizo posibles».

La literatura sale reforzada con esta prodigiosa antología, donde cada poema es un faro resplandeciente, que nos permite seguir viviendo como un sueño que persiste entre Alonso Quijano y Sancho. Como el latir del alba en esas hojas en blanco, pendientes de escribir. Como esas palabras que permanecen en los hermosos misterios que el tiempo nunca olvida. Como la historia universal que fluye en el irrevocable curso, que va más allá de los mares de Ulises. Como aquellos años que recordamos sabiendo quiénes somos. Santano y Berlanga han cumplido lo que nos dijeron un ayer que vuelve como una carta llena de verdades. Han caminado por las avenidas del mundo para caligrafiar lo que la literatura ignora hasta el último minuto. O lo que sentimos cuando leemos a Charles Bukowski en la orilla de un vaso que corta. Mientras soñamos con Judy Garland, una vez y luego, en la habitación cuatrocientas diez del viejo hotel. Dos estrellas. Una calada a un cigarrillo. Sharon Stone.

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