Tribuna

Javier Pery Paredes

Almirante retirado

La evolución natural de las cosas

Está claro que el mundo cambia, evoluciona con naturalidad, pero revoluciona artificiosamente por mano del hombre

La evolución natural de las cosas La evolución natural de las cosas

La evolución natural de las cosas

Hace algunas semanas, un profesor en maestría empresarial se decantaba por despiezar organigramas, desparramar funciones, desperdigar equipos y generar infinitas líneas de comunicación como forma de conseguir ventaja competitiva. En otras palabras, algo así como: nadie sabrá, ni será capaz de reproducir, el lío que organicé para poder ganar. La fórmula alambicada de complicar lo sencillo para estar por encima del competidor. Así se entiende que, lo que antes hacía una empresa, hoy lo hace un grupo empresarial y mañana, ¿quién sabe?, un universo corporativo, lo que los iniciados llaman: un ecosistema de sistemas.

Reconozco que esa ingeniería empresarial, esto es: aplicar el ingenio para crear riqueza; resulta un mecanismo de éxito porque la emplean todos aquellos que, en la bolsa de valores, van al alza. Sin embargo, a pesar de entender el mecanismo, siento un cierto rechazo a aplicarlo en otras parcelas de la vida, fuera del mundo de la empresa. Será tal vez, porque me crié entre juguetes simples, sin pilas ni mandos a distancia, jugué a deportes con reglamento y formé parte de aquellas pandillas de niños y niñas que aprendían a vivir juntos. Y me da que las tres cosas decayeron mucho por mal-usar la tecnología, acrecentar el individualismo y convertir la convivencia de hombría y feminidad en enfrentamiento de machismo y feminismo.

En eso de la tecnología, los juegos de ordenador son impactantes, con imágenes y escenas tan detalladas que lo dan todo por hecho, hasta el punto de hacer perder la imaginación. Todo es explícito y reversible, entretenimientos digitales sin más regla que "haz todo lo que se te ocurra para ganar y, si pierdes, repite". Facilitan el entretenimiento pero dejan al margen la mínima norma que regula cualquier actividad humana, que el tiempo es irreversible. Todo esto traslada inconscientemente al mundo real un modo de actuar que, en nada, se correlaciona con la realidad. Si te derrotan, has perdido, sin más.

Visto que la sencillez se convierte en un problema a la hora de competir, se acrecienta eso de "por mis propios medios". Sin embargo llegar a la meta en primer lugar puede necesitar de alguien que te ayude a mantener el ritmo y el equilibrio. Eso que en atletismo llaman "el galgo", el buen samaritano que corre hasta agotarse para ver al compañero vencedor. En eso de las pandillas, ando muy alejado por cuestiones de edad, pero observo con asiduidad que las hay de niños o de niñas, pero rara vez encuentro un grupo mixto. Imagino que será

para autoexcluirse del grupo y reducir el riesgo de ser clasificado como un enemigo por cuestiones de sexo.

Está claro que el mundo cambia, evoluciona con naturalidad, pero revoluciona artificiosamente por mano del hombre. Por eso nunca hay contra-evoluciones y sí contra-revoluciones. En estos días, se aprecia la prisa con que se aprueban normas para imponer nuevas anormalidades. Es el "síndrome del viernes", ese mal que afecta a la burocracia tramposa cada vez que llega el fin de semana: trasladar a otros los inacabados temas propios para disfrutar del sábado y domingo con la mesa vacía. Si, a pesar de ello, las cosas se rebotan, se asumirá el "síndrome del lunes", la prisa por firmar todo lo que se dejó pendiente el viernes. Una extrapolación acrecentada del "síndrome del viernes" se produce en julio ante las vacaciones de verano y se vivirá el síntoma aumentado "del lunes" en septiembre con el retorno al tajo.

Dudo si la situación que se presenta al ciudadano es real o ficticia, pero desde luego es esperpéntica. Me da que es innecesaria tanta complejidad para tratar cuestiones tan sencillas como establecer el sexo de las personas, por más que después actúen como les dé la gana, que para eso las hizo Dios: libres. Como también parece infantil pensar que, con delincuentes sediciosos indultados, se pueda volver a la casilla de salida de la historia, como en un video juego. Lo cierto es que si el enemigo te puede hacer una maldad, te la hará. Y esos españoles son enemigos declarados de España.

Seguro e incomprensible es que, a golpe de una cínica revolución, se acepte una situación deformada, grotesca y degradada que iletrados presentan con lenguaje de ganso, sin sentir vergüenza ajena. El esperpento es crear un problema para cada solución que la sociedad española superó con naturalidad hace años. El ridículo se siente ya más allá de las fronteras físicas y de la razón.

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