Tribuna

Juan José García

Experto en Inteligencia Económica y Competitiva

últimos pasos en la guerra fría EEUU-China

Hay optimismo sobre el cambio que pueda suponer en esa relación la llegada a la Casa Blanca de la administración Biden

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últimos pasos en la guerra fría EEUU-China

En los últimos días me han llamado la atención algunos titulares de artículos en la prensa nacional e internacional: "EE.UU. vuelve a la casa transatlántica; ¿será diferente ahora?", "EE.UU. ha vuelto para liderar el mundo", "El amanecer del siglo asiático", "La firma del tratado de libre comercio China-países asiáticos y Oceanía".

En estos tiempos de crisis, las noticias sobre la política y la gestión a nivel nacional son el grueso de la información que consumimos y su interés es evidente porque afecta directamente a los ciudadanos y tiene que ser prioritario para nuestros gobernantes. Pero eso no debe impedirnos prestar la atención debida a cómo va evolucionando el mundo, porque los cambios que se producen a nivel global tienen consecuencias para todos los países.

Los titulares con los que he empezado este artículo resumen la importancia de una parte de la dimensión internacional actual y su trascendencia para todos nosotros. La crisis sanitaria afortunadamente pasará, pero las repercusiones de las disputas entre EE.UU. y China, que no se han detenido durante la crisis, siempre estarán ahí; la crisis ha sido para ellos un elemento más a conjugar para obtener ventaja sobre el adversario.

Las relaciones de los países europeos con EE.UU., la llamada relación trasatlántica, es muy importante para nosotros y se ha visto muy afectada por la política del presidente Trump que, con su idea de cambiar su eje de prioridades hacia al Pacífico y primar sus intereses nacionales, (America first, America primero) ha debilitado sus vínculos con Europa.

Hay optimismo sobre el cambio que pueda suponer en esa relación la llegada a la Casa Blanca de la administración Biden. El titular del artículo al que me refería pone en duda si cambiará mucho o poco. El cambio probable, junto con las declaraciones de los nuevos dirigentes norteamericanos de que su país "está de vuelta para liderar el mundo" nos hace pensar que su relación con Europa posiblemente mejorará, pero no debemos olvidar que siempre será de conveniencia y subordinada a que favorezca a sus intereses y a su disputa con China. La relación trasatlántica ha sido fundamental para la estabilidad mundial durante los últimos 70 años, las decisiones que se tomaban a ambos lados del océano Atlántico eran la guía para la mayoría de los países del mundo. Esa relación es importante, sobre todo para los europeos, y debería mantenerse en unos términos beneficiosos para todos, tanto a nivel económico como en lo relativo a la seguridad. Para los norteamericanos también es importante, pero su prioridad ahora es su disputa con China y habrá que ver cuál es la nueva estrategia de los EE.UU. y qué papel es capaz de desempeñar Europa.

Pasando al otro bando, nadie duda que desde que empezó el siglo XXI China ha crecido a pasos agigantados y su potente economía, su poderío militar y su capacidad de influencia han hecho que realmente este sea un siglo más asiático que el anterior. El acuerdo de libre comercio que acaba de firmar con los principales países asiáticos y de Oceanía, para reducir los aranceles y simplificar la burocracia a la hora de comerciar entre los países del bloque, es un triunfo para China porque este bloque pasa a ser el primero del mundo en términos de producto interior bruto, el segundo es el liderado por EE.UU. junto con Canadá y Méjico y en tercer lugar se sitúa la Unión Europea.

La foto fija actual de bloques en términos comerciales, las disputas entre ellos y los movimientos estratégicos de los principales países nos confirma el cambio de orientación del peso específico en el mundo hacia el Pacífico. La UE se queda como tercero en discordia, soportando la influencia de los dos líderes mundiales, que buscan favorecer sus propios intereses, y con una capacidad limitada para reaccionar y reafirmar su poderío por las diferencias internas y las soluciones individuales que muchas veces buscan los países, antes que intentar mantener una postura común fuerte. Esa forma de actuar de la UE la debilita ante los otros bloques y también facilita las acciones de influencia de sus rivales. No perdamos de vista que la evolución de la economía mundial nos afecta siempre más de lo que creemos.

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