Las fiestas de Fiñana son todo un ejemplo de pasión y tradición. San Antonio Abad y San Sebastián, sus patrones, inspiran la fe de los fiñaneros quienes se entrega en cuerpo y alma a los festejos en su honor, y cuyo epílogo llegó en la tarde de ayer con el tradición el juego de las ollas.

El juego es el de siempre. Consiste en romper vasijas alineadas en una cuerda. Parece simple e incluso infantil. Ocurre que el voluntario, que protege su cabeza con un casco, lleva los ojos tapados y se acerca a la zona del impacto con un bate de béisbol entre las manos y a lomos de un animal, una burra.

A su alrededor un grupo de hombres, disfrazados y cargados de harina hasta las orejas, le guían en su propósito de alcanzar el objetivo de romper la vasija de barro y hacerse con el botín de su interior. Se trata de una actividad divertida que recuperó la Asociación Jaram XXI que preside el alcalde Rafael Montes Rincón, antes de dar el salto a al sillón presidencial de la corporación local.

En la actualidad, tiene un componente más lúdico y festivo, incluso algo teatral, pero la esencia del pasado se mantiene con algunos cambios. Así, ahora se ha modernizado y adaptado a la normativa vigente y ya no se meten animales en las ollas como ocurría antes en la época de escasez que sufrió éste y otros pueblos de la provincia.

Los premios ahora pasan por juguetes, y cenas para dos u horas gratuitas de pabellón deportivo para los adultos. El juego se inició con la versión infantil, y una veintena de niños como participantes, y continuó con la versión senior.

Los adultos disfrutaron como auténticos niños con este tradicional juego que se celebra el día después, el de la resaca, de la festividad de San Sebastián y se encarga de cerrar un ciclo de cinco días de fiestas que este año son más especiales al celebrarse el V Centenario del Patronazgo del legendario fiñanero.