Se da un atracón de comida. Ha perdido la cuenta de la cantidad que se ha metido en el cuerpo en tan poco tiempo. Come compulsivamente. Sin parar hasta que su cerebro reacciona. Siente ansiedad y ahora también culpa, por lo que se provoca el vómito. También usa laxantes para expulsar por otro lado. Esto lo hace varias veces al día. Es lo que se llama bulimia nerviosa purgativa. También está la no purgativa que, en lugar de provocarse el vómito, lo que hace es hacer mucho ejercicio o suprimir el desayuno para compensar la cantidad de calorías ingeridas. 

Lleva un tiempo haciéndolo, por lo que ya tiene dolores de cabeza, de dientes, la cara hinchada y hasta está perdiendo el cabello. Así es la bulimia nerviosa, un trastorno de la conducta alimentaria que afecta al físico y a la mente de la persona. Puede llegar a tener cura, pero requiere de mucho tiempo y esfuerzo sobre todo mental. Por eso, uno de los tratamientos que se suele aplicar en estos casos es la terapia cognitivo-conductual.

Cómo se identifica la bulimia nerviosa

La identificación de la bulimia nerviosa implica la observación de diversos aspectos físicos y emocionales. En muchos casos, las personas afectadas pueden experimentar cambios en su salud dental debido al vómito frecuente, como erosión del esmalte dental y sensibilidad dental. Además, la piel puede mostrar signos de deshidratación y malnutrición.

Desde el punto de vista emocional, es común que quienes padecen bulimia nerviosa experimenten sentimientos de vergüenza, culpa y ansiedad relacionados con la comida, una situación a la que han llegado por la presión social y el intento por cumplir con los estándares de belleza poco realistas.

Así que es muy importante la intervención temprana para poder poner en marcha un tratamiento efectivo de la bulimia nerviosa. Los profesionales de la salud, como médicos, psicólogos y nutricionistas, desempeñan un papel crucial en la identificación y el abordaje de este trastorno.

Problemas adicionales

La bulimia nerviosa no solo afecta a la salud física, a través de la cual se manifiestan problemas gastrointestinales, desequilibrios electrolíticos y la desnutrición, sino que también puede tener consecuencias significativas en el bienestar emocional y mental de la persona cuya enfermedad tiene mucha repercusión negativa en la salud. Además, de la salud física, también se nota a nivel emocional, a través de la aparición, de manera paralela, de patologías como la depresión, la ansiedad y los trastornos de la imagen corporal.

Las relaciones interpersonales también pueden verse afectadas, ya que la persona enferma puede retirarse socialmente debido a la vergüenza y la preocupación por el peso. De este modo, disminuye mucho la calidad de vida general, afectando al rendimiento académico y laboral como daño colateral.

Los trastornos alimentarios pueden ocasionar graves problemas en diversas partes del cuerpo como el corazón, el aparato digestivo, los huesos, los dientes y la boca y otras enfermedades mentales más severas en las que se reacciona de manera extrema con autolesiones y pensamientos y comportamientos suicidas.