CD Leganés - UD Almería I Marea rojiblanca y recibimiento

En Leganés, como en la Puerta Purchena

Cánticos de la afición del Almería en la Plaza Mayor de Leganés/Javier Alonso.

Antes de que el sol comenzara a iluminar Despeñaperros, una enorme caravana rojiblanca había puesto rumbo al sur de Madrid. Atrás quedaban Abrucena, Iznalloz, Linares, Valdepeñas... Era todavía de madrugada, el sueño se mezclaba con el cosquilleo en las barrigas de quienes querían vivir in situ una noche histórica para la Unión Deportiva Almería.

Los gallos aún dormían, eran los más de cuatro mil aficionados rojiblancos los que iban calentando las cuerdas vocales para lo que se venía a partir de las ocho de la tarde. Los autocares estacionaron poco antes de mediodía en Leganés, ciudad dormitorio del sur de Madrid. No era día de turismo, la previa iba a ser larga y nada mejor que un punto de unión entre los Tercios Rojiblancos que iban a tomar Butarque pocas horas después.

Como si la Plaza Mayor pepinera fuera la mismísima Puerta Purchena, el acento legañoso resonaba en tierra de ‘eses’ y de ‘ejques’. El ‘mola mazo’ se sustituyó por el ‘Dios socio’. Himno a capela, cánticos, bufandeo, colorido, abrazos... Mucho optimismo entre los presentes, mientras que los hosteleros leganenses hacían su agosto. Con los nervios ahogados entre pizzas y coca-colas, la afición del Almería creía que era posible.

Turki entra a Butarque. Turki entra a Butarque.

Turki entra a Butarque. / Javier Alonso

Turki Al-Sheikh estuvo en el partido, pero no pudo ver el partido desde el palco: el protocolo prohíbe estar ahí con la camiseta del equipo

Más nervios había en la ciudad. Los que se quedaron sin entrada también quisieron transmitir sus ánimos desde la distancia. Desde la Puerta Purchena, la Rambla, Pescadería, Barrio Alto, Zapillo, Los Molinos, Costacabana, Cabo de Gata... así como desde la mayoría de municipios de la provincia, los corazones rojiblancos que pedía Rubi, apoyaban también sin cesar.

19:59. Todo preparado en Butarque, Santo Domingo y Zorrilla. Noventa minutos de sufrimiento para alcanzar un sueño.

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