Crónicas desde la ciudad

Carnaval de Almería (y IV): De los Gremios al Café cantante

  • Las agrupaciones artesanales jugaron un destacado papel en la socioeconomía de nuestra provincia. Ahora cabe destacar una faceta desconocida: la musical y su relación con el Carnaval local

Café cantante

Café cantante

Desde sus orígenes en la decadente Roma, el Carnaval ha ido abandonado en su andadura señas de identidad que le fueron propias. No tanto las bacanales y desmesuras en honor a Saturno y otros dioses paganos, sino el principio irrenunciable de la crítica ácida a los que organizan, ordenan y rigen el cielo y la tierra. El actual Carnaval almeriense es -en mi opinión- una fiesta parcialmente domesticada. Se mantiene el gusto por la música (ganando en calidad y en afinación de voces), mejora instrumental y disfraces (el tipo) más lujosos y llamativos. No obstante, considero que ha perdido en gran medida su espíritu trasgresor y de denuncia para convertirse -con las excepciones que quieran- en un espectáculo sostenido mayoritariamente por ayuntamientos y otras instituciones, a las que precisamente deberían cantarles la “verdades del barquero” a modo de anuario crítico. Será que los tiempos cambian y con ellos su filosofía. Giras, concurso en el Auditorio (alejado del centro urbano y del calor del Cervantes), jurados, bases y premios en metálico a comparsas (murgas), pero escasa participación callejera con disfraz, salvo niños en colegios y parvularios.

Agrupaciones artesanales

Los Gremios tradicionales jugaron un importante papel en la socioeconomía decimonónica provincial. Sin embargo, aquí y ahora nos interesa destacar una tan desconocida como atractiva faceta musical. Cada una de estas cofradías laicas y profesionales disponían de su propio grupo de baile, coreografiando danzas y melodías diferenciadas. Ellas constituyeron las primeras comparsas del Carnaval almeriense conocidas y protagonistas en una triada de “muestras de regocijo” con Fernando VII como objeto de alabanza y servilismo. Están documentadas y en ellas baso mi afirmación de pioneras. Grupos con el suficiente bagaje artístico para que, en llegando las vísperas de Cuaresma, cambiaran la seda del trabajo diario por el percal de aficionados al jolgorio. 

Festejos regios Festejos regios

Festejos regios

En mayo de 1814 –tras abandonar el año anterior las tropas francesas la ciudad ocupada- el “Ayuntamiento, Gremios y habitantes” organizan funciones “con motivo de la venida y entrada en su Corte de nuestro augusto Soberano”. Las tres plazas más amplias y céntricas (la Plaza Vieja perdió su nombre de La Constitución en favor de Real del Juego de Cañas); de San Francisco (San Pedro) y de la Catedral), fueron el marco elegido al conocerse su llegada a Madrid:           

…Y a los armoniosos ecos de una orquesta colocada en una de las plazas públicas que acompañaba por intervalos las canciones patrióticas que se cantaron (…) Los concertados sonidos de los instrumentos y la unción que producían los cantares entonados (…) Hiciéronse máscaras públicas por las tardes, en las cuales sobresalían, en las unas, el buen gusto, y en la otra la singularidad de los trajes (…) La autoridad política tuvo a bien disponer máscaras con bailes públicos; se verificó así, alternando el baile con las canciones compuestas al Soberano 

Hasta en tres ocasiones está documentada la participación de festivas comparsas gremiales

Aunque antes hubo más muestras en octubre de 1814, celebrando la salida de Cádiz hacia Madrid del nefasto rey y familia, con la que bruscamente concluía el Trienio Liberal para restaurar el absolutismo más feroz (en la Plaza Real dispusieron un tablado para los músicos, a cuyo compás habían de bailar varias parejas gremiales vestidas de jardineros). Es en 1832 cuando se explicita su puesta en escena en un opúsculo editado por la imprenta de Manuel Santamaría: “Descripción de los festejos con que la Muy Noble y Leal Ciudad de Almería celebró el restablecimiento de la salud de nuestro amado Monarca y la Amnistía concedida por la Reina Nuestra Señora (regente hasta la subida al trono de su hija Isabel II)”. Se sucedieron tedeums, luminarias, bailes, funciones teatrales, fuegos de artificios, paradas militares y procesiones cívicas. ¿Cómo sonaban aquellas canciones?:

Y la actuación (integrados en un colorista cortejo camino de la catedral) de comparsas de varios Gremios (…) Allí se observaba a los Alpargateros, vestidos de blanco, con vivos y encarnados sombreros adornados de flores, formar una danza muy graciosa. Los Panaderos, adornados de flores y de cintas de colores, formaban bailes y grupos graciosos (…) Los Zapateros, vestidos de estudiantes pobres (¿antecedente de estudiantinas y “tunas”?), entonaban canciones (…) Los Herreros, vestidos de negro con faja y gorras de color del fuego, ejecutaban una danza acompañada con sonidos de martillos que batían el yunque, y estaban templados al tono de la orquesta; entonando al mismo tiempo canciones análogas, dirigidas todo y compuesto por un Maestro de Arte. Los Barberos, vestidos de valencianos, ofrecían con sus mudanzas y grupos un agradable entretenimiento; los Carpinteros, adornados de cintas y flores y guirnaldas de laurel en la cabeza, bailaban con singular primor al son armonioso de los instrumentos, variadas y difíciles contradanzas…

Café cantante 

En la segunda mitad del siglo XIX numerosos viajeros ávidos de fuertes emociones cruzaron los Pirineos en busca de la para ellos Andalucía exótica y romántica. Al encuentro in situ de las diferencias raciales del gitano, del bandolero serrano, del torero de anchas patillas o de la mujer de rompe y rasga y faca en la liga (caso de la operística “Carmen” de Merimée). Perfiles distorsionados hasta la caricatura que a través de sus escritos elevaron a la categoría de estereotipos. Paralelamente se impuso la moda importada de los cafés teatrales centroeuropeos. Si en aquellos países el rigodón, la polca o los valses causaban furor, en nuestras provincias sureñas fueron el crisol donde se fraguaron, por cantaores profesionales, las múltiples variedades estilísticas del Arte Flamenco. 

En el Café cantante Casino Almeriense, “Las viejas ricas de Cádiz” debutaron con éxito en 1886

En contra de los publicado por reputados “flamencólogos” desconocedores de la realidad almeriense, quienes a lo sumo citan tres o cuatro establecimientos de tales características, logramos en su momento documentar una treintena de ellos. Incluido el Círculo Almeriense, inaugurado en junio de 1864 por, entre otros, la pianista Alicia O` Connor (madre del tenor Luis Iribarne) y reconvertido prontamente en Café cantante con el nombre de Casino Almeriense (en el solar donde se alza el colegio El Milagro, en la plaza Santo Domingo). Por su escenario desfilaron espectáculos heterogéneos: desde operetas y zarzuelas a “danzas gitanescas” o representaciones del Tenorio. Prueba del interés general por el Carnaval propio y ajeno, fue la presencia en marzo de 1886, durante quince días, de Las viejas ricas de Cádiz. La comparsa “dirigida por el célebre fenómeno de los tres pies (¿?)”, el más genuino antecedente del gaditanismo festero actual, venía de actuar en Sevilla y Málaga y supusieron un auténtico pelotazo, con llenos cada noche. Alternando con el cuadro flamenco del tablado ejercieron su magisterio y crearon escuela.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios