Almería

Entrevista a una feriante. Entre algodones de azúcar y manzanas acarameladas

  • Algodones Hermanos Alfaro: una pequeña empresa familiar tradicional que cada Navidad endulza la Rambla de Almería con sus algodones de azúcar y golosinas.

Lucía Alfaro, feriante

Lucía Alfaro, feriante / Rubén García Felices

En Almería hace días que se respira un ambiente típicamente navideño. Al encendido de las luces con ornamentos propios de estas fechas tan señaladas por toda la ciudad se le han sumado las aperturas del tobogán gigante, las pistas de hielo artificial, la noria, el Belén Municipal y hasta el tradicional mercado de Navidad en la Rambla de Almería, donde las casetas ofrecen al público desde el pasado 25 de noviembre y hasta el 8 de enero productos de lo más variados, desde comestibles como turrones, mantecados, castañas hasta bisutería y textil. Precisamente el martes por la noche estuve visitando estos puestos llenos de curiosidades y me encontré con una mujer de 34 años, Lucía, que vende junto con su familia algodón de azúcar, castañas y dulces típicos. Ella me contó que siempre recorren la provincia ilusionando con sus algodones de azúcar y golosinas a pequeños y mayores, pero que, sin embargo, no todos los años han sido iguales. La llegada de la pandemia del COVID-19 les supuso un mazazo del que ya se han recuperado. La vida de feriante es dura. Y es que en los tiempos actuales en que la vida del feriante está en declive y que apenas aparece gente joven que se inicie en este viejo negocio o siga con la tradición familiar, sorprende ver cómo aún hay personas en Almería que cogen las riendas del oficio de sus padres, como ha hecho Lucía Alfaro González.

 

R. G. F.: Háblame un poco sobre ti.

Lucía: Me llamo Lucía, tengo 34 años y vivo en el barrio de El Quemadero con mis padres, Carmen y Pedro, y con mi hermano menor, Pedrito. Soy la de en medio de tres hermanos. Mi hermana mayor, Carmen, se casó hace tiempo y ya no vive con nosotros. En cuanto a mis estudios, hice la ESO en el I.E.S. Al-Ándalus de Almería. Con 15 años monté mi propia empresa llamada Algodones Hermanos Alfaro (como puedes leer en mi delantal) y desde entonces soy empresaria autónoma. Con esa edad antes se podía dar una de alta como autónoma en la Seguridad Social, pero ahora la cosa ha cambiado y para poder hacerlo tienes que tener los 18 años cumplidos. En Algodones Hermanos Alfaro trabajamos tanto mis padres, como mi hermano y yo (los cuatro que vivimos en casa), y nos dedicamos a la venta ambulante en ferias de la provincia.

 

R. G. F.: ¿Qué es lo que vende Algodones Hermanos Alfaro?

Lucía: Estamos especializados principalmente en el algodón de azúcar de varios sabores, así como también en las manzanas de caramelo y las castañas asadas. Además, vendemos otros productos como almendras garrapiñadas y golosinas varias (gusanitos, regalices negros y rojos, pipas saladas, piruletas, palomitas de colores y un largo etcétera).

 

R. G. F.: A la hora de vender, ¿cómo soléis repartiros el trabajo?

Lucía: Pues mi madre atiende la mesa de chucherías (las manzanas acarameladas que vendemos en el puesto las hace ella), mi padre es la persona que se encarga del arte de la preparación de las castañas asadas, y, mi hermano y yo hacemos y vendemos el algodón de azúcar.

 

R. G. F.: ¿Y tú cuánto tiempo llevas trabajando como feriante?

Lucía: Soy la tercera generación de mi familia de feriantes. Yo tenía 5 ó 6 años cuando aprendí a hacer algodón de azúcar. Como empresaria llevo 19 años, pero como profesión toda la vida.

 

R. G. F.: Tu vida y tu familia ha estado siempre ligada al mundo de las ferias.

Lucía: Sí, así es. Soy feriante por parte de abuelos paternos. Mi padre nació en una caseta de tiro de feria, sus padres tenían un tiovivo y nosotros (mi hermano y yo) los nietos seguimos en esta vida: es una tradición familiar. De hecho, mis abuelos no sólo tenían un tiovivo, sino también una máquina de hacer palomitas y otra de asar pollos, y varias casetas de tiro de escopeta. El tiovivo de caballitos lo han heredado mis padres.

 

R. G. F.: Todo el mundo conoce el algodón de azúcar rosa, pero ¿cómo lo haces?

Lucía: El algodón de azúcar rosa es el de sabor a fresa (el de toda la vida). Para empezar, vierto el azúcar blanco y el colorante rosa en una de mis máquinas especiales que he traído esta noche para hacer algodón, que es de butano. Esta máquina consta principalmente de un recipiente circular y un pequeño núcleo con un pequeño cuenco que gira y que, gracias a una fuente de calor, situada bajo este cuenco, el azúcar se derrite convirtiéndose en hilos de "tela de araña" (como yo los llamo), que enrollo más tarde en un palo hasta formar la nube de algodón dulce.

 

Lucía Alfaro, feriante Lucía Alfaro, feriante

Lucía Alfaro, feriante / Rubén García Felices

R. G. F.: ¿Exactamente cuántas máquinas tienes para hacer algodón?

Lucía: (Sonríe) Ahora mismo tengo unas seis máquinas especiales para hacer algodón de azúcar, aunque la verdad sólo utilizo dos de ellas, que son las que me llevo para trabajar. Las otras cuatro las tengo guardadas en mi domicilio por si me hicieran falta algún día, en caso de que alguna de esas se me estropeara.

 

R. G. F.: Veo algodones de muchos colores y en cubos.

Lucía: Tenemos más de 40 colores y sabores: fresa, manzana, plátano, arándano, mora, chicle, sandía, chocolate, vainilla, naranja, menta... Aquí ves solo unos cuantos, pero en mi casa tenemos muchísimos más. Vendemos el clásico algodón de azúcar de palo (que es el que más piden los clientes), incluso el algodón de azúcar en cubo que es para llevar a casa.

 

R. G. F.: ¿Cuánto cuesta un algodón de azúcar de palo? ¿Es apto para celíacos?

Lucía: Unos tres euros. Es sin gluten y sin lactosa. Sus ingredientes son únicamente azúcar y colorante, y nos aseguramos de que no contenga gluten, a fin de venderlo como tal.

 

R. G. F.: ¿Cómo os va la empresa?

Lucía: En este trabajo se gana lo justo para poder comer y pagar los gastos básicos imprescindibles. De esta empresa vivimos cuatro personas, como ya te comenté anteriormente. En los últimos meses los precios de los alimentos y de la luz han subido y lo notamos en las facturas, nos asfixian un poco. No obstante, ahora el negocio nos va bien. Aunque con la pandemia del coronavirus estuvimos casi un año y medio sin poder trabajar, y la chispa que teníamos ahorrado nos lo gastamos.

 

R. G. F.: ¿Habéis asistido alguna vez a una manifestación?

Lucía: La Asociación de Feriantes de Almería, de la que soy socia, en el año 2020 salimos al Paseo de Almería, la Rambla Federico García Lorca y la calle Rambla Obispo Orberá en protesta por la suspensión de nuestra actividad (ya que no nos dejaban trabajar) y por la situación de abandono que sufríamos el colectivo de feriantes en tiempos de pandemia por parte de las diferentes Administraciones.

 

R. G. F.: ¿Y recibisteis alguna ayuda económica para superar la situación?

Lucía: Sí, en 2020 la Junta de Andalucía concedió a mi familia una ayuda económica de un solo pago de dos mil euros. Si no es por esa ayuda no salimos adelante.

 

R. G. F.: Por curiosidad, ¿cómo hacéis para ganaros la vida en las fechas que no hay ferias?

Lucía: Pues desde que yo era muy pequeña, y siempre en las fechas que no ha habido ferias ni fiestas grandes, mi familia y yo hemos vendido pipas, chucherías y agua en el Estadio de fútbol de los Juegos Mediterráneos.

 

R. G. F.: A lo largo de estos años, ¿cuál ha sido el momento que más os ha marcado?

Lucía: Cuando aún yo no había nacido, a mis padres les pilló la gran riada que asoló Almería, llevándose el puesto que tenían instalado en la avenida principal del pueblo de Turre, en 1973.

 

R. G. F.: ¿Qué es lo que más te gusta de tu profesión?

Lucía: De mi trabajo me gusta todo, pero con lo que más disfruto es con el trato con los clientes y conociendo a gente nueva.

 

R. G. F.: ¿Qué haces en tu tiempo libre?

Lucía: Ir a pasear con mis amigas.

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