Crónicas desde la ciudad

Juan Montoya “El Cataollas” (y III)

  • ¡A los toros! Una mañana feriada de 1931 los alegres pasodobles interpretados por la Banda Municipal, la del Hospicio y Alboloduy despertaron de muy buen humor a Cataollas y al Chirigotas

Juan Montoya “Cataollas” (y III)

Juan Montoya “Cataollas” (y III) / D.A.

Ojos grandes, pelo negro,

labios rojos, tez morena.

Como la Virgen del Carmen,

la Patrona de las Huertas.

Cataollas era de natural pacífico. Todo lo sucio y bebedor que quieran, pero enemigo de broncas callejeras y follones laborales. Ello no fue óbice para que sin comerlo ni beberlo, en alguna ocasión lo envolvieron en pendencias promovidas por amantes desmedidos del zumo de uva fermentado. La Crónica Meridional se hizo eco de un incidente en octubre de 1927, a pesar de que el gobernador Civil primorriverista velaba sin descanso por el orden público:

“Barbero farruco.- Ayer tarde, un individuo llamado Ramón Sánchez Pérez, conocido por el ”Barbero de las tres perrillas”, habitante de la calle Granada, promovió una cuestión con el afilador apodado “Cataollas”. Acudieron los guardias municipales, evitando que el Ramón hiriera al afilador, costando gran trabajo reducir al “farruco” barbero, el que faltó a las autoridades y formó un escandalo fenomenal. Al ser conducido a la Comisaria de Vigilancia, se arrojó el barbero sobre una pareja de Seguridad y un Policía, hiriendo a los tres y teniendo que ser curados en la Casa de Socorro (…) Llegando casi al despacho del Gobernador, originó un nuevo escándalo...

En un alarde de generosidad, El Paella invitó a sus amigos a una tapa de carne de tor

Teniendo en cuenta lo anterior, dudo mucho que Cataollas acudiera a la verbena al aire libre que montaron entre las calles María Guerrero (La Bomba) y Silencio el segundo día de la Feria agosteña de 1931. Las nuevas autoridades, en su afán popularizador, descongestionaron el centro de actos lúdicos optando por llevarlos a barrios más o menos lejanos. Aquella mañana, los alegres pasodobles interpretados por la capitalina banda municipal, la del Hospicio y Alboloduy durante la madrugadora diana, hicieron que el probo artesano se levantase de buen humor. En Puerta de Purchena se topó con su compadre Chirigotas y ambos, cogidos del brazo, se encaminaron hasta la circunvalación del Mercado (hoy en homenaje a Ulpiano Díaz). Ante la variada oferta de bares, optaron por el del cantaor Paco Barranquete (actual El Cielo), al que invitaron a dos ponches pasaos, aderezados con el muy acreditado coñac Tres Cepas. Y de allí a la Avenida de la República (con anterioridad Paseo del Príncipe) a escuchar el extraordinario concierto musical que la Comisión de Festejos había programado con las tres bandas citadas

¡A los toros!

-Chirigotas, ¿te gustaría ir esta tarde a los toros?... Eso ni se pregunta, le respondió presto, temeroso de que pudiera arrepentirse… Pues andando a Ultramarinos Francisco Cortés o a La Andaluza a que nos preparen la merienda… Venga, pero la bota la pongo yo, con un vino de Laujar que me han traído y que quita todo el sentío del mundo… Vale, pero que no se te suba a la cabeza y te dé por tirarte de espontáneo al ruedo… Apalabraron el reluciente coche de Pepe Muriana y a las cuatro en punto el postinero jaco enfiló la Avda. de Vílches, calle Las Cruces arriba. Los dos amigos demostraban ser finos catadores taurómacos. Y es que el abono no tenía desperdicio: las reses de María Montalvo y Alipio Pérez Tabernero fueron desorejadas por Manolo Bienvenida, Domingo Ortega, Vicente Barrera y Marcial Lalanda. El ¡Marcial, eres el más grande! estuvo encartelado en ambas corridas.

Uno y otro, satisfechos y pegando naturales y trincherazos al aire, los vitorearon al salir a hombros y los arroparon calle Granada abajo formando parte de la enfervorizada comitiva de los tradicionales -y desparecidos- “desfiles” en volandas hasta el Hotel Simón de Rodolfo Lusnning (en la Avenida), víctima de la piqueta especuladora que destrozó el colonial viario principal de la amable y armónica ciudad urcitana:

Chirigotas, mañana será otro día… Si el cielo puede esperar no van a ser menos los lebrillos, zafas o sartenes. ¡Que nos quiten lo bailao y que viva la Feria! ¡Salud!

Feria 1931. 1ª de la II República Feria 1931. 1ª de la II República

Feria 1931. 1ª de la II República / Diario de Almería

El Paella

Comentaba al inicio recuperador de hombres y mujeres singulares, diferentes, queridos o, sencillamente, extravagantes, que la figura central (El Chirigotas en esta trilogía que hoy finiquito dedicada al segundo personaje) iría orlada de otros “raros” de menor rango o de los que desconocía mayores referencias. Es el caso del popular Juan el Paella, allá por la lejana década de los años 60. Su divisa en el arte de Cuchares era el miedo, el pavor desmedido incluso frente a erales desmochados. No creo que le adornaran otros valores. Guasón él o inducido por otros con más ganas de cachondeo aún, insertó un curioso reclamo propagandístico en Yugo (diario oficial del Movimiento; único existente en los kioscos y estrechamente sometido a la censura del nuevo régimen). El Paella se anunciaba en la parte cómica de un festejo en el que alternaban los novilleros Antonio Bretones, Rafael Valencia y Juanito Gimeno:

“Plaza de Toros, martes a las 5,30 de la tarde. Festival Homenaje a la Mujer Almeriense. Reaparición del toreador almeriense “El Paella”, el artista más cotizado de la “Operación Pesca”. El Paella, el que más corre, el que más valor demuestra a la espalda del toro. Promete matarlo a estoque o a puñetazos, e invita a todos los almerienses a una tapa de la carne del morlaco en la “Repostería del Círculo Mercantil”. Juan era camarero de dicha cafetería en los sótanos del elegante edificio proyectado por Enrique López Rull y que integra al teatro Cervantes. Hubo chicha para todos, incluido el piquete de la Guardia Civil acomodado en la andanada junto a palcos, de retén en prevención de altercados públicos o desacato a la autoridad del festejo y servidores del coso.

La genética dotó a Pepe el de las Alsinas de un miembro viril que no dudaba exhibirlo

Pepe el de las Alsinas

El bonachón e ingenuo Pepe -con un ramalazo de lelo inofensivo- no figuró en cartel taurino alguno, pero bien pudo exhibir sus atributos masculinos en el coso diseñado por Cuartara Cassinello y el referido López Rull. Aunque solo fuera porque su aforo permitía la presencia de un considerable número de mirones, previo pago de la entrada. Pepe era guarda nocturno de Alsina Graells, cuando la empresa de viajeros por carretera tenía abierto el despacho y facturación en el Paseo, frente al Kiosco de la Música con vistas a la Casa de Correos y Telégrafos. Allí, con gorra de plato, grueso bastón y enfundado en blusón de sucio gris, ejercía su oficio con rectitud y profesionalidad. No obstante, su orgullo más íntimo era la considerable medida de su miembro. Chiquillos y adultos lo incordiaban hasta la exasperación. Sin embargo, él supo sacarle rendimiento monetario a la desmesura fálica. Por el módico precio de una “perra gorda” lo mostraba, sentado en un banco, a todo el que pudiera pagarla. Ríanse de Camilo José Cela y su mediático “cipote de Archidona”… Pura engañifa comparado con el de nuestro Pepe el de las Alsinas.

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