Almería

PURCHENA. Amor y venganza en tiempos moriscos

PURCHENA. Amor y venganza en tiempos moriscos

PURCHENA. Amor y venganza en tiempos moriscos

Ficción o realidad, o ambas cosas. Tampoco existe certeza de que Álvaro Tuzaní fuese natural de Purchena, Cantoria, Fines, murciano o de cualquier recóndito lugar de las agrestes sierras penibéticas. En cualquier caso, estamos ante un personaje legendario fruto de la crónica novelada del lorquino Ginés Pérez de Hita incluido en sus <Guerras civiles en Granada>, publicada en 1619 y en la que se ocupa del alzamiento morisco en la Alpujarra y Almanzora durante el último tercio del siglo XVI, coincidiendo con la Navidad de 1568 y que concluiría con la expulsión de los vencidos fuera de la Corona de Castilla. En dichos anales mezcla hechos reales, rumores o lances de su propia cosecha, aumentando así la ceremonia de la confusión. No obstante, lo describe con precisión: “morisco, educado entre cristianos viejos de la región, de los que no se diferenciaba en su habla ni en su presencia… “; adoptando al final de la contienda bélica el nombre de Fernando de Figueroa. Un mito cultivado por Pedro Calderón de la Barca -gloria de las letras españolas del Siglo de Oro- tras editar en 1659 <El Tuzaní de la Alpujarra>; obra en verso reeditada en distintas ocasiones bajo los subtítulos de Amar después de la muerte, La venganza del Tuzaní o Guárdate de las aguas mansas, estrenada como obra teatral en Cádiz una centuria después como ”comedia famosa”.

Juan de Austria Juan de Austria

Juan de Austria

Muerte de Garcés

En Gabia está por alcalde

El Tuzaní, esposo mío,

pártete luego a buscarle,

y este estrecho último abrazo

le llevarás de mi parte.

Y dirásle que su esposa,

bañada en su propia sangre,

a manos de un español,

de sus joyas y diamantes,

más que de honor ambicioso,

hoy muerta en Galera yace

En la tercera jornada por el altiplano granadino, la cabalgada de tropas cristianas de Juan de Austria arrasó Galera, donde en visita familiar, se hallaba Clara, enamorada de Álvaro Tuzaní e hija de Jerónimo el Maleh, aguerrido capitán, alcaide del castillo y territorio de Purchena. El asedio se prolongó y en este muere la noble doncella morisca Clara-Maleha apuñalada por un tal Garcés en su intento de robarla. “Don Álvaro Tuzaní, que había pretendido a la difunta, jura venganza y, haciéndose pasar por un soldado cristiano, logra infiltrarse en el campamento enemigo y da muerte al cristiano Garcés. De este modo logra limpiar su honor. La intercesión de Isabel Tuzaní, logra del hermano de Felipe II el perdón de su hermano. Tras el indulto -y en palabras de Pérez de Hita- “este morisco, que en nada se distinguía de cualquier caballero cristiano, sirvió en la batalla de Maastricht y asistió a las Cortes de Monzón, pero muerto su protector se retiró a vivir en La Mancha, ya que no podía volver a su pueblo que era Los Vélez o Cantoria”. 

De Euskadi al Almanzora

Sucedió a contra corriente de los flujos migratorios al uso. Al tiempo que decenas de hombres y familias al completo marcharon a Barcelona, Alemania o Francia en busca de horizontes de prosperidad, en la Nochebuena de 1968 arribó a Purchena el abogado donostiarra y político de largo recorrido en el proceso de pacificación del País Vasco y disolución de la banda terrorista, Juan María Bandrés Molet (1932-2011), custodiado por la Guardia Civil. Llegado como inmigrante atípico y peculiar; a título individual y con el marchamo de la deportación política; desterrado a la periferia, a un lugar discreto de Andalucía oriental. Acusado por defender a individuos de ETA presos por propaganda ilegal y actos no violentos, el Tribunal de Orden Público le prohibió que durante tres meses traspasara las lindes del término municipal. De la hospitalaria acogida de los vecinos de Purchena da cuenta del que pasado un tiempo una plaza del pueblo lleve su nombre y que su hijo, el periodista Jon Bandrés, escribiese en la revista <La Mirada Limpia>.

Esa noche tan especial en que llegó a Purchena mi padre cenó en la buena compañía de alguien que se acercó para ofrecerle su ayuda. Ni esa primera noche ni ninguna de las que pasó en aquel pueblo, mi padre cenó solo. Personas inolvidables como Paco, el herrero; Salvador, el notario y su mujer; Dioni o José, el del bar, le dieron las cosas importantes que solo se dan a los amigos. Le ofrecieron su casa, su comida e incluso su dinero y, lo que es más importante, su compañía y su “mente abierta para escuchar a aquel hombre sensible e inteligente y descubrir que sus ideas no eran tan terribles y que quizás no estaban tan lejanas a las de ellos. Otro periodista, Raimundo Castro, relata que en el “monte paseaba o leía y a veces solía ir a un cortijo pequeño, “El Gurullo”, donde pasaba sus horas un viejo republicano, Luis Cañabate, que me recibía encantado de la vida y siempre tenía conmigo alguna pequeña delicadeza… “.  

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