El lado oscuro de Almería

Una bomba de ETA acabó con su vida

  • Un joven Guardia Civil de 28 años de edad, nacido en Almería, resultó muerto al explosionar un artefacto que hizo saltar por los aires el Land Rover en el que viajaba junto a sus compañeros

Francisco Gómez-Gómez Jiménez nació en Almería el 23 de julio de 1950 y cuando fue asesinado llevaba tres años en la Benemérita. Casado y padre de dos hijos de corta edad, perdió la vida a los 28 años de edad víctima de la barbarie terrorista de ETA y en cuya acción terrorista falleció también en el acto otro miembro de la Guardia Civil, Miguel García Bayo natural de Zamora de 29 años.

Como resultado de la violenta explosión otros dos agentes de la Benemérita resultaron afectados con lesiones de diferentes pronósticos, falleciendo uno de ellos unos días más tarde dada la extrema gravedad de las irreversibles heridas sufridas sin que los facultativos que lo atendieron pudiesen llegar a salvar su vida.

El atentado terrorista tuvo lugar en torno a las tres y cinco de la madrugada del 13 de enero de 1979. El Land Rover de la Guardia Civil en el que viajaba Francisco Gómez-Gómez y sus compañeros de armas saltó por los aires cuando el vehículo circulaba a la altura del kilómetro 55.100 de la carretera comarcal 6.317 que une el santuario de Loyola con la localidad de Azcoitia.

Un comando de ETA, a unos 150 metros de distancia accionó un artefacto colocado junto a un talud de la carretera explosionando la carga en el momento en que el patrullero de la Guardia Civil se encontraba a su altura. La carga explosiva contenía más de diez kilos de goma 2 y otros tantos de metralla. Según las posteriores investigaciones de los grupos antiterroristas de la Guardia Civil, el autor material del crimen de estos dos agentes fue José Maria Zaldua Corta "Aitana", miembro del comando "Urola" que fue quien personalmente activó el mortífero artefacto.

La explosión al paso de los dos Land Rover de la Guardia Civil destrozó la parte delantera de uno de ellos, arrojando despedido el cuerpo del guardia civil almeriense a una distancia de más de quince metros. Su compañero, otro agente andaluz, Juan Muñiz Sánchez, natural de la localidad jienense de Baeza resultó gravemente herido permaneciendo varias semanas ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos de la residencia sanitaria Nuestra Señora de Arantzazu de San Sebastián aunque afortunadamente logró salvar la vida.

Francisco Gómez-Gómez murió en el acto. Horas más tarde cuando los artificieros de la Guardia Civil inspeccionaban el lugar del atentado para confeccionar un informe de lo ocurrido, se produjo una segunda explosión de otro artefacto escondido en la misma zona camuflado entre arbustos y matorrales, que alcanzó de lleno al agente del EDDEX ocasionándole la muerte en el acto e hirió gravemente a otro especialista.

Este nuevo drama se producía unas horas más tarde, a eso de las siete de la mañana, cuando varios miembros del Equipo de Desactivación de Explosivos de la Guardia Civil examinaban el mecanismo del artefacto que había matado al joven guardia civil almeriense Francisco Gómez-Gómez Jiménez y herido grave a Juan Muñiz. Durante la exploración del lugar explotó el otro artefacto conectado a la primera carga, acabando con la vida de Miguel García, de 29 años, padre de tres hijos y natural de la localidad zamorana de San Martín de Pedroso hiriendo de extrema gravedad a su compañero Francisco Mota Calvo, que murió dos días después.

El cadáver de Francisco Gómez-Gómez fue trasladado hasta Almería y velado por sus familiares y compañeros del instituto armado en el acuartelamiento de la Guardia Civil de la capital. Miles de almerienses acudieron a la capilla ardiente para dar el último adiós al joven agente victima del brutal atentado. Su trágica muerte fue muy sentida entre los almerienses. Hasta su ingreso en la Guardia Civil y el cumplimiento del servicio militar, el joven había desempeñado distintos trabajos en varios establecimientos comerciales de la capital.

Paradójicamente, quince años después, uno de los autores materiales del brutal atentado que acabó con la vida del guardia civil almeriense, Félix Ramón Gil Ostoaga "Saldi" fue trasladado a la prisión provincial de Acebuche el 2 de diciembre de 1994 procedente de Alcalá-Meco. Miembro de la organización terrorista de ETA desde hacía varios años, formaba parte del terrible "comando Urola", que entre 1978 y 1979 participó en el asesinato de cinco guardias civiles en varias emboscadas. La primera en Zumárraga y otra en la carretera entre Azpeitia y Azkoitia donde falleció el agente almeriense Francisco Gómez Jiménez y sufrió lesiones su compañero Juan Muñiz Sánchez y dos artificieros murieron cuando inspeccionan la zona al explotar otero artefacto.

Felix Ramon Gil "Saldi" participó en 1979 en el asesinato del alcalde de Olaberría, José Antonio Vivot Undabarrena, junto con Mercedes Galdos Arsuaga, El etarra fue detenido en Francia en 1989 y condenado por un tribunal galo a la pena de cuatro años y medio de prisión, siendo posteriormente en 1994 extraditado a España donde fue condenado a 289 años de cárcel. En su día Gil Ostoaga fue uno de los terroristas beneficiados por la política gubernamental del gobierno sobre el acercamiento de presos etarras al País Vasco. Tras cumplir escasamente trece años de condena quedó en libertad en el mes de octubre de 2002 al obtener el tercer grado penitenciario.

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