¡Salta! | Crítica

Aquellos blanditos ochenta

Tamar Novas y Marta Nieto en una imagen del filme.

Tamar Novas y Marta Nieto en una imagen del filme.

Cruce genérico de cálculo mercantil entre la socorrida nostalgia ochentera y el cine de viajes en el tiempo, ¡Salta! es posiblemente la película reciente que peor aprovecha el potencial (cómico) de su premisa-tipo, a saber, el tránsito entre la década del Naranjito y las primeras consolas de vídeo-juegos y un presente de smartphones y gafas de realidad virtual con paisaje y acento gallegos.

Y lo hace porque nadie diría, por su tono flácido y su ritmo cansino, que estamos ante una comedia por muy familiar que esta sea, tal es la deriva blandita y sentimental de la propuesta de Olga Osorio, más interesada en subrayar sus lecciones básicas sobre el amor fraternal y el respeto a los mayores que en explorar un poco más y mejor en su guion los desfases generacionales, las paradojas espacio-temporales y los guiños a la historia reciente de nuestro país más allá del mobiliario de atrezzo, las canciones de Nena, Mari Trini o 091 o los chistes a costa de la liga conquistada por el Dépor.

Más aun, la película hace viajar también a sus cándidos niños y a sus aniñados adultos (Tamar Novas y Marta Nieto, menudos papelones) a una aseada España franquista de guerrilleros en el monte que parece salida del Florido Pensil con filtro de Instagram.